«El optimismo es la manía de intentar siempre ver lo bueno de las cosas o esperar que en el futuro sean mejor, a pesar de que la situación de partida o presente sea mala» «Es una actitud frente a la vida y, más que hablar de personas optimistas, hay que hacerlo de optimismo».
La crisis ha supuesto numerosas pérdidas económicas, laborales, de estatus y de vivienda para muchas personas. Pero por más difícil que sea la situación, siempre hay un camino y una solución posible. Dicen los expertos en psicología positiva que la receta para superar la crisis es el optimismo.
Ser optimista no quiere decir sentarse para esperar un milagro, significa decantarse por un optimismo realista, el de las personas que parten de la realidad y actúan para mejorarla. Debe ser un optimismo emocionalmente inteligente, que consiste en transformar las emociones negativas que conlleva una circunstancia adversa como la actual crisis (incertidumbre, miedo, dolor, rabia, frustración, tristeza, etc.) en otras no negativas o adaptativas.
Pero el pensamiento positivo no basta por sí solo para conquistar las metas soñadas. Los expertos coinciden en que el optimista no se sienta y espera, sino que llega a una aceptación activa de la situación y, por negativa que esta sea, extrae consecuencias positivas e intenta mirar más allá para transformarla en oportunidades.
El optimismo es una fortaleza a la que algunos tienden más por naturaleza, pero todos, hasta los más pesimistas, pueden entrenarla. Para ser optimista, hay que:
• Plantearse metas alcanzables y con sentido, pequeños logros que sean posibles conseguir. A medida que se obtienen, se refuerza la confianza en uno mismo, la felicidad, y se pueden fijar objetivos superiores. No importa que se vaya poco a poco, sino superarse cada vez más.
• Abrirse al exterior. El optimista tiene más relaciones con los demás, habla con amigos. Por el contrario, la persona pesimista se vuelve más retraída y ve las cosas de forma más negativa. Las actividades con los demás retroalimentan.
• No estar centrado en uno mismo y pensar en situaciones externas: ver que todo el mundo no está parado, sino que hay quien encuentra trabajo, y buscar modelos que sean afines a lo que uno quiere.
• Aceptar la propia realidad, sin fustigarse con frases negativas, sin decirse que es imposible conseguir algo. Aceptar que, a pesar de que la realidad sea dura, no significa que no puedan conseguirse objetivos dentro de esta situación. Así, en la actualidad, no se puede aspirar a empleos tan bien remunerados como los previos a la crisis, pero aún hay puestos de trabajo.
• Ser valiente y atreverse a hacer algo, aunque dé miedo. Un caso típico es el de quien habla mal los idiomas extranjeros porque le da vergüenza, no se atreve a hablar en público o tiene miedo de trabajar en determinados puestos.
• Educar la capacidad de gozo por los pequeños placeres de la vida e intentar ser un gourmet de la vida.
Vicenta Enguix Torres
Psicóloga
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