Mucho nos hemos quejado del bipartidismo, pero empiezo a estar cada día más seguro de que su aparente final no ha sido más que un viaje de ida y vuelta.
Empezando el análisis por la izquierda, la aventura de Podemos ha demostrado, muy pronto, que no podían, que lo suyo fue flor de un día y que, igual que subió de manera fulminante, su caída lleva camino de ser estrepitosa. Cometieron un error, en la primera legislatura fallida, no facilitando la investidura de Sánchez, en su momento, por no querer compartir mesa con Ciudadanos y el electorado de izquierdas se lo empieza a hacer pagar. Eso, por supuesto, por no hablar de sus luchas internas y el caudillismo de su líder que ha ido, poco a poco, quitando de su lado a cualquiera que pudiese hacerle sombra y, con ellos, a quienes se sintieron, en su momento, atraídos por un proyecto político que aparentaba ser algo diferente.
Nunca sabremos qué hubiese pasado si Podemos hubiese apoyado aquella investidura fallida de Sánchez. Pero sí que sabemos que Podemos empezó ahí su declive y, hasta el momento, no han conseguido recuperar el pulso que les situó como partido revelación.
Sin embargo, parece que hay quien no ha sido capaz de leer esta historia y ahora parece empeñado en repetirla en el otro extremo del tablero político. No sé cuál es el objetivo de Vox queriéndose mostrar como el eterno indignado, pero estoy convencido que sus resultados por condicionar, como están haciendo, gobiernos del bloque de derechas, no van a mejorar, en absoluto, si, como algunos quieren empezar a ver, tuviésemos elecciones en noviembre.
Y valga lo mismo para Ciudadanos. Las líneas rojas no están de moda en la política actual y, hay que reconocerlo, pretender que alguien entre en tu pacto sin quererte sentar con él a la mesa, es una pirueta difícil de aceptar. Si Ciudadanos renunció explícitamente a dar su apoyo a Sánchez (cosa que, pese al tiempo que ha pasado y a las muestras, en apariencia más que suficientes, sigo resistiéndome a creer) se sitúa, automáticamente, en el bloque de quienes no se alinean con Sánchez. Y en ese bloque, guste o no, está Vox. Y puede valer que no se le tenga en cuenta si sus votos no son necesarios, pero habrá que aceptarlos cuando supongan un apoyo imprescindible en una investidura.
Si Vox y Ciudadanos se ponen trabas entre sí, al final resultará evidente que el único voto útil del bloque de derechas es el del Partido Popular y eso empezará a vaciarles el granero hasta dejarles en un voto minoritario, consecuencia de la “vuelta a casa” de quienes buscaron una alternativa al PP en algún otro partido del bloque de derechas.
Al final, el espectro político es simétrico y complementario. Los mal llamados “indecisos” que suelen ser electores que reflexionan el voto en cada proceso electoral son quienes decantan la balanza a un lado o a otro del centro geométrico de la política. Pero aquello que pasa en los partidos de la izquierda, tiene un calco muy exacto en el bloque de la derecha.
Cada vez, como ha ocurrido en Murcia y puede ocurrir en la Comunidad de Madrid, que Vox bloquea un gobierno de derechas, lejos de fidelizar a sus votantes, los aleja un poco de su ideario. Cada vez que Ciudadanos dificulta un acuerdo en el que participe Vox por no querer hablar nada con ellos, se escora hacia esa izquierda con la que dijo que no quería compartir nada durante las reiteradas campañas electorales que hemos tenido en este 2019.
Al final, Podemos está devolviendo sus votos al PSOE y Vox y Ciudadanos empiezan a hacer lo propio con el Partido Popular. Es decir, el bipartidismo ha iniciado su camino de regreso y, aunque de momento, no llegue con la fuerza de antaño, ha demostrado que es, por excelencia, el mejor sistema de supervivencia de nuestra democracia. Quienes pretendían vivir para siempre del descontento generado en los dos grandes partidos, han perdido, más que probablemente, su gran oportunidad de hacerse hueco o, incluso, de arrebatarles su posición prevalente en el espectro político español. O mucho cambian las cosas o, en pocas legislaturas, podemos volver a encontrarnos con resultados, como poco muy próximos, a las mayorías absolutas que creíamos olvidadas para siempre.
Carlos Gil Santiago
Alcalde de Benavites