Los trabajadores se movilizaron ayer en la puerta de la fábrica
La plantilla, por una parte, realizó ayer una concentración a las puertas de la fábrica en la que, con el sonido de bocinas y cacerolas, una representación de los 38 trabajadores afectados por este cierre pedían el pago de los 4.500 euros que cada uno de ellos tiene pendientes de cobrar. La protesta también apuntaba a la gestión de la dirección como responsable de esta situación.
En este sentido, el presidente del comité de empresa, Isaías Puñal, denunciaba la dejadez de los gerentes de la empresa, que «la han dejado morir, por no desarrollar el plan de viabilidad que presentaron en el concurso de acreedores a finales del pasado año junto con los 27 primeros despidos». Según los trabajadores, la decisión de no trasladar a Sagunto la maquinaria que Hormol tiene en la planta de Onda, ya clausurada, es una muestra del poco interés que los gerentes de la empresa tenían por salvar la planta.
Puñal también apuntó las diferentes ofertas que la dirección de la empresa ha tenido para vender y que «ha ido descartando porque estaba claro que el único interés que tenía era ganar tiempo para intentar llenarse los bolsillos antes de cerrar la planta», aseguraba. El representante de los trabajadores lamentaba que «ahora nos quedemos en una situación muy difícil con un futuro incierto para nosotros, nuestras familias y nuestras hipotecas», se quejaba con amargura. A la hora de las lamentaciones, Puñal también se acordó de las fuerzas políticas municipales «tanto de derechas como de izquierdas y de centro, que han sido incapaces de preocuparse por lo que pasaba en una empresa importante dentro del municipio por el centenar de empleos que llegó a generar».
Por su parte, el administrador de la empresa y co fundador de la misma, Julio Moya, quiso aprovechar el revuelo formado por la cacerolada de ayer para exponer su punto de vista sobre las razones que han llevado a la empresa a cerrar sus puertas. El gerente de Hormol empezó por apelar a la crisis de la construcción, que llegó «en un momento especialmente malo para nosotros, ya que acabábamos de invertir en mejorar la cadena de producción». Además de reconocer la deuda con sus trabajadores, que Moya cifró en una media de 4.000 euros por empleado, el administrador lamentó «la falta de implicación» de una parte de la plantilla a la hora de no haber dado el máximo, cuando se planteó el concurso de acreedores.
«Aunque es evidente que han existido errores en la gestión, que nos llevaron a realizar un intento fallido de cambio en el equipo directivo, algunos empleados han preferido concentrar sus fuerzas en exigir el cobro de la deuda, que no ha aumentado durante 2009, antes que trabajar para mantener la producción», aseguraba Moya. Esta actitud, según el gerente de Hormol, provocó que fracasara el intento más real de vender la planta y dejó sin entregar varios pedidos por no estar listos en el plazo marcado. Moya también lamentó la mala imagen que se dio ante los clientes con las llamativas protestas de los trabajadores.
