La exposición Luz del Mediterráneo: la magia de sus dunas retrata paisajes marítimos de Canet d’en Berenguer y Almardà y puede visitarse en la Sala Ximo Michavila de la Casa Capellà Pallarés de Sagunto hasta el 17 de enero de 2020.

Juan Rodríguez: «Los cuadros que pinto son una realidad tamizada con mi creatividad»

Viernes, 10 Enero 2020 20:13


JuanRodriguez01El pintor porteño afincado en Canet d’en Berenguer Juan Rodríguez.

El pintor porteño afincado en la playa de Canet d’en Berenguer Juan Rodríguez ha compaginado durante años su pasión por la pintura con su trabajo como ingeniero.  De hecho, ha transitado tanto la Escuela Superior de Ingeniería de Valencia como la de Bellas Artes y es titulado en ambas disciplinas. Ahora, después de haberse jubilado, se encuentra plenamente centrado en el arte y muestra de ello es la exposición Luz del Mediterráneo que ya pudo verse en la Casa de la Cultura de Puerto de Sagunto y que ahora visita la Casa Capellà Pallarés de Sagunto, donde estará hasta el 31 de enero. Por el camino se han quedado algunos cuadros que ha vendido, aunque ha repuesto con nuevas obras. Las olas del mar o la  flora que adorna la fachada marítima de Canet y Almardà, son los paisajes con los que el artista convive y los protagonistas de su trabajo. 

¿De qué trata la exposición Luz del Mediterráneo? 

La exposición que he hecho ahora es de solo un kilómetro de playa, de la playa en la que vivo ahora que es en Canet y también algo de la playa de Almardà. Son todo paisajes de las dunas, de amaneceres, de atardeceres, incluso de un trozo de tierra o de una pitera. Son los paisajes y las cosas que yo veo cuando paseo por allí. Yo me enamoro de cosas que veo, de momentos puntuales de la luz y del paisaje... Esto me ha pasado toda mi vida. Recuerdo que cuando era un chiquillo —que todavía no había ni televisión— escuchaba la radio y veía colores, los mismos colores que veía en el amanecer en la playa —yo nací en la calle Trovador que está al lado de la playa—. Desde entonces, yo cuando oigo música veo colores. 

¡Ah! ¿Es usted sinestésico? 

Pues no lo sé, sé que tiene un nombre porque mi amiga Ana Beltrán, que es pintora, me lo dijo.  

Sí, la sinestesia hace que vea colores cuando escucha música. A Kandinsky también le pasaba y escribió sobre ello en sus tratados... 

Fíjate... Pues yo igual. Cuando estoy acabando un cuadro tengo que ponerme música clásica, es como una necesidad biológica. De hecho, mis cuadros tienen su música, todos. Además, es que una misma canción la pongo una y otra vez hasta que acabo el cuadro.  

¿Cómo se le ocurre la idea para esta exposición? 

Eran paisajes que yo veía cuando paseaba con mi perrita por la playa. Empecé haciendo alguna duna y fue creciendo hasta lo que ser lo que estoy haciendo ahora, paisajes dunares con un atardecer, un amanecer o el sol en pleno cenit. Siempre de mi entorno. Ese fue en planteamiento que me hice cuando me jubilé, pensé que quería hacer ese tipo de cuadros. 

Esta exposición ya ha estado en otros lugares, de hecho empezó en Puerto de Sagunto. 

Sí, primero estuvo en la Casa de la Cultura de Puerto de Sagunto donde la vio mucha gente y de ahí surgieron oportunidades para exponer en otros sitios como en Benasque, Huesca, Zaragoza, la Vall d’Uxó... Y siempre he expuesto es sitios muy bonitos. Si el sitio no es bonito yo no voy (risas). También me gustaría exponer pronto en Canet, que es donde vivo. 

¿Cómo ha sido el proceso de creación de las obras que componen esta exposición? 

Pues hay algo que da la experiencia y es que lo que queda en tu retina es lo que vale. Al final, es lo que se queda. En esta exposición hay dos cuadros que son exactamente el mismo paisaje pero visto desde dos perspectivas diferentes, pues cada uno tiene una gama cromática completamente diferente ¡y es el mismo paisaje! Aquí lo veo de una manera y aquí de otra. Tu retina excita tu cerebro y lo ve de una determinada manera y ahí se queda. Tomar fotos y tal sirve mucho para el dibujo, solo sirve para eso, que luego ni siquiera lo respeto. Si no vas allí, claro, antes no era tan cómodo e iba allí y dibujaba. Pero después, los colores, los matices, los claroscuros... Todo eso es coco.  

¿Sale mucho a pintar al exterior para observar lo que está pintando? 

Antes salía mucho más y me gustaba, pero la verdad es que me he hecho muy cómodo y ahora prefiero pintar en mi estudio. Antes igual sí que necesitaba ir allí para mirar más veces lo que quería pintar, pero ahora, la verdad, es que ya no lo necesito. Cuando pintas mucho sobre diferentes temas ya sabes lo que tienes que hacer, ya sabes qué colores van, etc. No es tan necesario la presencia como cuando empiezas, que tienes que verlo todo, ya lo tienes totalmente metabolizado. Pasa como con los instrumentistas, los músicos, que escuchan una canción y la tocan o la escriben. Pues con la pintura pasa lo mismo, como te decía, es que ya se queda en la retina, no hace falta más. Después en el  estudio puedes sufrir un poco porque no acabas de plasmarlo bien, pero vas corrigiendo, quitas, pones... Hasta que dices ‘¡esto es!’ Y una vez que ya lo tienes, ya no trabajas. 

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 ¿Qué es lo que quería expresar con esta colección de cuadros? 

Me resulta muy difícil decirlo porque a cada persona le transmiten una cosa. Los cuadros no hay que entenderlos, hay que mirarlos y sentir algo. Un pintor que me gusta mucho que se llama Eduard Hopper decía que si algo lo puedes decir hablando no hace falta que lo pintes, es así de sencillo. No puedo hablar de mis cuadros, ellos hablan por sí mismos. Intento transmitir esa sensación que yo tengo de gusto cuando pinto esos paisajes y cuando siento que me está saliendo bien... ¡Soy el más feliz del mundo! 

Además, es que resulta muy complicado verbalizar una sensación... ¿Cómo explicas cómo te hace sentir una caricia?, por ejemplo. Es otro código y en pintura pasa igual. Las cosas que tú sientes las puedes llevar al lienzo y si tienes talento puede ser que las transmitas. 

Y las personas que han visitado la exposición, ¿qué le han dicho al respecto? 

Pues la verdad que algo que me han dicho varias personas es que mis cuadros les transmiten felicidad, me han dicho 'es que lo miro y me siento feliz'. Cuando expuse en Puerto de Sagunto había un señor mayor que venía todos los días a la exposición porque decía que mis cuadros le hacían sentir bien. También me han dicho que mis cuadros 'son como ventanas' y una señora me llegó a decir que prefería comprar un cuadro mío y tenerlo en el salón que comprarse una casa en la playa. Aunque lo cierto es que mis cuadros no se parecen a la realidad, son recreaciones y el resultado es una realidad tamizada por mi creatividad.

 ¿Cómo se ha formado para llegar a ser artista? 

Primero estudié ingeniería y después estudié Bellas Artes. En aquella época todo el mundo vivía de los Altos Hornos así que todos los padres querían que sus hijos fueran jefes, ingenieros... Y claro, en ese ambiente, en ese caldo de cultivo, era muy difícil sustraerse de esa inercia. Así que fui a la Escuela de Aprendices y después acabé en las Escuela de Ingeniería de Valencia aunque en mi corazón estaba la pintura.

 ¿Desde cuándo pinta?

 Yo he pintado siempre, desde que era pequeño. Según dice mi madre, con 5 o 6 años me gustaba pintar con tizas en la calle y daba pena pisar lo que había pintado. Después, a los 12 años, empecé a pintar con un artista muy conocido en El Puerto que era Don Ramón Berges, que ya murió. En aquella época los niños no hacían actividades extraescolares como ahora, no había, pero yo quería pintar y a través de mi hermana mayor conseguí entrar en este estudio. Me admitió porque era amigo de mi hermana pero me acabó cogiendo cariño. Yo le ayudaba con sus cuadros y encargos que hacía para el extranjero y aprendí mucho. 

 ¿Y cómo es que primero estudió una Ingeniería?

 En la secretaría de la Escuela de Ingeniería llamé a la Escuela Superior de Bellas Artes para preguntar qué se necesitaba para entrar allí y me contestó una señora que me atendió bastante mal, así que me dio un poco de repulsa, por lo que entré y me matriculé en Ingeniería. 

 Dudé hasta el último momento y después en cuanto acabé la Ingeniería me fui a la escuela Escuela de Bellas Artes, hice la prueba de acceso, aprobé y entré. De hecho, allí conocí a esa mujer por la que no entré al principio. Si me hubiera hablado de otra manera... A lo mejor me hubiera ido para allá, pero nada, fue una especie de pulsión.  

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Esta exposición se centra en el paisaje, ¿siempre pinta este tipo de motivos?

Sí, ahora estoy centrado en el paisaje porque es lo que más me gusta. Antiguamente pintaba un poco de todo, empecé haciendo muchos retratos en mi estudio que lo tenía encima de un lugar que se llamaba Café de Mar que estaba en la playa y que creo que ya no existe. Hacía retratos por encargo y todo lo que ganaba después me lo gastaba en aquel bar, era una especie de acuerdo que yo tenía con los dueños, ¡economía circular! (risas). Y pues eso, hice mucho retrato, figura, bodegones... De todo. Pero ya es que cuando descubrí el paisaje... Es que es todo un mundo lo que hay ahí, no acabas nunca, siempre hay matices y cosas. Es tan variado... 

¿Cómo se llega a hacer cuadros como los suyos? 

Para ser pintor necesitas tres cosas: oficio, honestidad y talento. 

Primero y fundamental, oficio. ¿Te imaginas a alguien sin oficio haciendo cualquier otra cosa? Un fontanero, por ejemplo. Tienes que tener oficio, saber manejarte, que tu pincel vaya con tu cerebro. Eso se consigue con tenacidad, con aprendizaje, con años... Tienes que pintar un bodegón aunque no te apetezca y tienes que pintarlo bien, hasta el último centímetro. Y después ya en tu vida si no quieres no vuelves a pintar un bodegón. Hay que entrenar para que lo que tú sientas o veas puedas plasmarlo en un lienzo, y eso se consigue con mucho tesón y amor por lo que estás haciendo. Tener oficio significa invertir horas y perseverancia, y eso es algo que ahora parece que no está de moda porque tiene que ser todo inmediato. 

En segundo lugar, el talento. El talento es innato, viene de serie y si no tienes talento no hay remedio... Yo conozco a gente, sobre todo escritores, que tienen oficio porque saben escribir muy bien, pero no tienen talento y aburren a las ovejas. Y en cualquier ámbito pasa igual. Además, cuando ves a una persona talentosa es que te das cuenta, en todo, respira talento. Naces con ello y si tienes la grandísima suerte de que la vida o tu familia te encauza por donde tú tienes ese talento, salen cosas maravillosas.  

Y por último, honestidad. Hacer algo que de verdad tú sientes que llevas dentro y tienes esa necesidad de transmitirlo y ahí no interviene ni la moda, ni el galerista de turno, ni el pensar que eso va a agradar, ni cosas así. Eso también se aprende, con tu familia, tu ambiente.  

¿Se puede ser totalmente honesto en esos términos siendo que el arte se ha mercantilizado? De hecho, ¿se puede vivir del arte? 

Hay muchos privilegiados que sí que pueden. Hace poco he tenido una experiencia relacionada con esto y es que, hasta ahora, siempre había expuesto en lugares públicos, pero recientemente expuse en una galería privada en València y eso me ha dado que pensar. Para empezar, que el porcentaje que se quedan es una barbaridad, un 50%, y después que la gente va a comprar allí son coleccionistas, gente que comercia con el arte, entonces compra por currículum. No les importa si es bueno, malo o regular, miran el currículum y en qué sitios ha expuesto antes el artista. Compran siempre pensando en la plusvalía.  

¿Se compra arte por especulación? 

Por desgracia el arte en la actualidad es pura especulación. Coges a un chaval joven, le compras toda su obra (algo que más o menos pueda ser válido), la agarras, tu amiguete de tu círculo internacional te ayuda exponer en Estados Unidos, Berlín... Y eso que te ha costado 10 lo puedes vender por 10.000. Ese es el círculo. Es como un billete, vale tanto, es un valor de cambio. En eso se ha transformado el arte, sobre todo el arte contemporáneo.  

¿Usted ha llegado a vivir del arte o lo ha compaginado con otro trabajo? 

No, yo siempre lo he compaginado con mi trabajo como ingeniero en AGC. He estado los últimos 17 años de director de ingeniería y encantado porque también me gusta la ingeniería.

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 ¿La ingeniería le ha servido en su trabajo artístico? 

Sí, por supuesto. ¡Y anda que no hay ingenieros pintores! Había un señor por ahí... DaVinci, ¿te suena? (Risas). También hay muchos músicos. La ingeniería está muy vinculada al ámbito de la creación y, sí, me ha servido mucho, en proyectos hay soluciones que han salido de una mente que está acostumbrada a crear, que no es un mero técnico. Los ingenieros somos personas que estamos entrenadas para ver más. También ahora se han empeñado en parcelar el conocimiento pero la verdad es que todo tiene muchos nexos. 

¿Cómo ha podido compaginar su trabajo de ingeniero con su producción artística? 

La verdad es que el tiempo que estuve trabajando no pinté mucho y expuse muy poquito. Fue cuando ya me jubilé cuando fue una explosión, lo tenía claro, lo que quería era pintar. 

¿Ahora cuántas horas al día dedica a pintar? 

Como mínimo siempre son 7 u 8 horas, pero me lo tomo con mucha calma. Paso ese tiempo en mi estudio que tiene buena iluminación, me pongo mi música y estoy muy a gusto.  

¿Qué es lo próximo que le gustaría hacer en pintura? 

Ahora quiero hacer otras cosas, pero no sé bien cómo lo haré. Tendré que viajar porque quiero hacer cosas sobre los Pirineos, la montaña, esos paisajes tan preciosos, en otoño... Quiero hacer cosas así, pero tampoco lo tengo muy claro. ¡Si es que no sé lo que voy a hacer mañana! Soy un pintor compulsivo, no planifico demasiado, es lo que veo en el momento, me cruzo con algo y lo hago.


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Modificado por última vez en Viernes, 24 Enero 2020 12:44

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