Ha viajado a Etiopia, a un poblado llamado Meki, como cooperante de la ONG Living Meki durante quince días

Marta Estal: «El contraste de los países ayuda a enriquecerse personalmente» 

Viernes, 07 Agosto 2015 18:00

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Cada día miles de personas viven situaciones de injusticia social en países tercermundistas. Consciente de esas necesidades, Marta Estal, de 24 años, decidió vivir su propia experiencia como cooperante de la ONG Living Meki. Ha permanecido durante 15 días en Meki, un poblado de Etiopía, motivada por sus ganas de ayudar y su pasión por viajar y conocer otras culturas. Además, confiesa que entender otros mundos le ayuda a entender también el suyo propio. Ha estudiado canto y piano en el Conservatorio Superior de Música de Valencia, y es graduada en Traducción e Interpretación y, aunque no se dedica profesionalmente a la cooperación internacional, confiesa llevar mucho tiempo pensando el modo de combinar las disciplinas en las que se ha formado. «Creo que el arte es un arma poderosa y estoy buscando cómo transformarlo en herramienta de lucha», manifiesta Marta. Gracias a su formación en idiomas pudo impartir clases de inglés en Meki, y la música la llevo a Palestina, pues considera que cada uno puede ayudar con lo que sabe y en lo que puede. Recuerda el momento de llegada a su destino con mucha emoción y ganas de conocer «la excelente experiencia» que Etiopía le guardaba. A pesar de la crítica situación que muchos países atraviesan, cree que el momento actual está despertando muchas conciencias, pero no lo considera suficiente pues «si te quedas quieto, permites que pase».

¿Cuál es la ONG con la que has participado?

Living Meki es una organización que nace a partir de la iniciativa de varios trabajadores de BCG, que viajan por primera vez en 2008 a Meki -un pueblo a 135 kilómetros de la capital de Etiopía, Adis Abeba- y comienzan varios proyectos de ayuda y desarrollo del pueblo que se continúan ampliando en los años siguientes. Actualmente sus actuaciones se basan en tres líneas: por una parte, en educación, a través de la Summer School, en la que participan como profesores los voluntarios que viajan en verano, y a través de la gestión de un sistema de becas (apadrinamiento) que cubre la escolarización de los niños, seguro médico y ayuda económica en forma de recursos para las familias. Por otro lado, también se invierte en infraestructuras, mejora de las instalaciones del colegio, construcción de guarderías en poblados de difícil acceso (y mantenimiento de las mismas)... Además, entre los voluntarios viaja personal sanitario (enfermería, pediatría, oftalmología...) que desempeña una función muy importante en la formación del personal local, aporta material o pasa consulta.  

¿Cuando decidiste iniciarte en esta ONG como cooperante?  

Llevaba pensando hacer un voluntariado internacional desde hace tiempo. Consultando webs, preguntando, y finalmente hace unos meses di con una persona de la organización de Living Meki que me explicó el funcionamiento de la ONG y me decidí por ella.  

 ¿Y qué lleva a ello a una persona joven como es tu caso?

Para mí creo que hubieron dos razones fundamentales para unirse a un voluntariado así. Por un lado, las ganas de vivir y conocer, de absorber y de añadir experiencias a nuestro libro vital. Por otro, creo que en el momento actual está despertando muchas conciencias, creo que pensamos más en el colectivo, y que muchas personas (jóvenes y menos jóvenes) se están animando a ayudar, que nos estamos involucrando en lo social, ya sea a nivel más local, nacional, global... Yo sentía esa responsabilidad de conocer el mundo y de intentar, desde mi poco alcance, mejorarlo.  

Para ser cooperante de una ONG hay que tener un espíritu también aventurero, ¿desde cuando estas vinculada a este tipo de experiencias?

Siempre me ha fascinado viajar y conocer otras culturas, de alguna forma entender otros mundos me ayuda a entender también el mío propio. Cuando estás fuera se produce una sensación de atemporalidad que me gusta mucho. Todo es nuevo, estás alerta, con todos los poros de la piel abiertos. Creo que viajar es importante para conocernos: sentir que no solo existe tu propia cultura te hace relativizarlo todo, valorar, ser más tolerante y consciente, eliminar prejuicios... y una experiencia de inmersión como esta te permite un contacto directo con la gente y con su modo de vida, más que si lo conoces desde los ojos del turista.   

¿Es algo en lo que pensabas desde hace tiempo?

He colaborado en varios voluntariados dentro de España, y esta es la primera vez que realizo cooperación internacional. En 2012 estuve en Ramallah, Palestina, trabajando para la fundación Barenboim-Said como profesora de música. No era una actividad de voluntariado y la problemática en este país es diferente, pero allí se avivaron más mis ganas de ayudar y de conocer qué ocurría más allá.  

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¿Es la primera vez que te involucras en este tipo de experiencias?

He colaborado en varios voluntariados dentro de España, y esta es la primera vez que realizo cooperación internacional. En 2012 estuve en Ramallah, Palestina, trabajando para la fundación Barenboim-Said como profesora de música. No era una actividad de voluntariado y la problemática en este país es diferente, pero allí se avivaron más mis ganas de ayudar y de conocer qué ocurría más allá.

¿Cuál ha sido para ti el lugar más duro en el que has estado como cooperante?

Tanto Etiopía como Palestina han sido lugares duros por razones diferentes, pero hay algo que se activa de la misma manera tanto en uno como en otro y que es lo que más duro se hace: darse cuenta de la injusticia social, de la injusticia mundial. El desequilibrio atroz que hay entre unos y otros países. La forma en la que desconocemos (o nos hacen desconocer) la realidad sobre lo que sucede en algunos países y que nos hace de este modo participar del silencio colectivo, legitimar la situación. En Etiopía veías situaciones de mucha pobreza y era muy duro, pero Palestina me impresionó aún más, quizá porque fue el primero, o quizá porque allí se comete una violación activa, constante, de los derechos humanos y el silencio (incluso a veces apoyo encubierto a la violencia) internacional, es escalofriante. En Etiopía me sorprendía la falta de odio -pese a la pobreza, pese a la falta de recursos-, en Palestina el odio empuña las armas a diario.   

Desde tu punto de vista personal, ¿qué sensación ha despertado en ti este proyecto?

La emoción está presente desde el primer día en el que decides viajar hasta allí y creo que ya no se va a poder ir nunca más. Pensar, planificar el viaje, los nervios previos -¡las vacunas!-, aterrizar, el primer contacto con los niños, el día a día, la despedida, el echar de menos. Para mí la sensación es de impotencia por sentir que aún podríamos hacer más y mejor. De cómo hallar la fórmula perfecta para ayudar al desarrollo de estos países sin imponer ni ser invasivos. Yo no podría llamarlo satisfacción. En cuanto subes al avión se abren muchas incógnitas en tu mente y, si decides que lo vivido allí no va a ser una experiencia transitoria, no va a ser algo que enriquece tu libro vital pero que no trasciende, no va a ser una tarjeta llena de fotos preciosas; empiezas a maquinar cómo puedes ayudar desde aquí o desde allí, qué influencia tienes para cambiar todo esto.  

Tu destino ha sido Etiopia, en concreto un poblado llamado Meki, ¿porqué crees que en este lugar te podían necesitar más que en cualquier otro?

La elección del lugar fue un poco circunstancial. Esta ONG lleva años trabajando con el colegio de Meki. Hay muchas ciudades, pueblos de Etiopía (y de toda África, y de todo el mundo) a las que podríamos echar una mano. De hecho, Living Meki está abriendo proyectos en guarderías cercanas.    

La estancia en un país complicado en ocasiones puede generar dudas momento antes de viajar, ¿cómo te has preparado para la experiencia que te esperaba?

Además de toda la preparación médica, vacunas y demás, tuvimos un fin de semana formativo en el que nos explicaron en qué consistía todo el proyecto y la estancia allí. Además me informé del país, pero tampoco quería llegar con ninguna idea preconcebida y no quise preguntar demasiado.  

¿Cuál ha sido tu labor en Etiopia?

Las tareas dependían de cada grupo de trabajo. Yo di clases de inglés varias mañanas en una guardería en Tuchi, un pueblo cercano a Meki, y en el propio colegio de Meki también hicimos varios talleres. Por las tardes dirigía, junto con otra compañera, un grupo de chicas que llamábamos Girls Club y en el que ellas compartían sus experiencias vitales y contrastábamos culturas, el papel de la mujer en cada sociedad, hablábamos sobre sexualidad, higiene, etc. También entrevisté a varios niños apadrinados y a sus familias. Les preguntábamos cuál era su situación actual, cómo estaban, qué tal iban en el cole, qué tal estaba su familia, hacíamos fotos para sus padrinos.  

Si te situas en el momento de llegada a tu destino, ¿qué es lo primero que paso por tu cabeza entonces?

Mucha emoción y ganas de conocer y ver todo lo que me esperaba.

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¿Qué recibimiento tuviste por parte de las personas con las que ibas a compartir tus semanas de estancia?

La acogida por parte de los habitantes de Meki fue increíble. Allí dormíamos en un hostal que llevaban unas chicas que nos trataron desde el primer momento como si fuéramos su familia. Los niños y mayores del pueblo se mostraban siempre muy cariñosos con nosotros.  

En un país, situado a tantos kilómetros de distancia, la filosofía de vida es muy diferente; ¿cómo es el día a día de los habitantes de Etiopia?

Por un lado los tiempos: todo es más lento, todo se hace con más calma. Por ejemplo, un gesto tan rápido como echar una cápsula de café en la máquina allí se transforma en toda una ceremonia en el que el café se tuesta, se pica, se preparara poco a poco en el agua hirviendo...La economía etíope se basa principalmente en las labores agrarias, que son realizadas principalmente por los hombres, quienes invierten gran parte del día en este trabajo. Las mujeres se dedican al hogar y a veces preparan injera (algo así como el pan etíope), o arake (un tipo de licor), que venden después. Los niños de las ciudades y pueblos más grandes, aún hay muchos pueblos pobres en los que no se tiene acceso a la educación, van al colegio y juegan en la calles. Los patios están llenas de niños, niños que desde muy pequeños conocen el camino de vuelta a sus casas y se desenvuelven perfectamente.  

Una vez conocida su cultura, ¿qué echas de menos y consideras que deberíamos aplicar a la nuestra?

Es difícil responder a esta pregunta sin caer en tópicos, pero estos tópicos tienen mucho de verdad. La diferencia fundamental radica en la necesidad-no necesidad. Cuando no tienes cubiertas las necesidades básicas, no hay tiempo para preocuparse, ni sufrir por, ni anhelar las demás. Aquí necesitamos, dependemos de un montón de cosas que se han convertido en básicas -aunque en un principio no lo fueran- y que muchas veces cuantifican también nuestra felicidad y nuestra forma de sentirnos satisfechos con la vida. Allí se aceptan en el no tener y son muy felices. Y sonríen muchísimo, y aman lo que tienen, aman su país, lo cual no quita que no quieran seguir desarrollándose, conseguir unas mejores condiciones de vida. Aquí nos pasamos el día deseando algo y eso que no llega nos apaga por dentro. Allí agradecían la vida, sin tristeza.  

Crees que la sociedad es realmente consciente de las calamidades que viven en la otra parte del mundo?

No. Creo que hay partes del mundo que están verdaderamente mal, muchas más de las que pensamos, y en mucho más grado del que creemos. A nuestra generación, que nos pilla lejos el concepto guerra, nos cuesta imaginar que las halla en otras partes del mundo. Guerras de las de sangre y vidas humanas como símbolo de victoria o de derrota. Nos parece anacrónico. Pero las hay. Y pasan por nuestros televisores a diario en formato 30 segundos, y las acabamos ninguneando. Y la frase de “cómetelo, que los niños de África...” está evidenciando una realidad crudelísima que utilizamos con otro mensaje y contra la que no hacemos nada. Yo he visitado dos países difíciles, uno por la situación de extrema pobreza, y el otro sumido en un conflicto atroz, sangriento y que parece eterno. Pero son solo dos de la lista. Para ser conscientes necesitamos información, e información real. De repente Zimbabue es noticia por el asesinato del león, pero no lo es nunca por los 39.000 niños que mueren al año.

En cambio, conocemos las malas condiciones de muchas personas, pero, ¿consideras que hacemos lo suficiente por prestarles ayuda?

Nunca es suficiente. El problema muchas veces también es que no sabemos cómo ayudar, o que no somos conscientes realmente de lo necesaria que es nuestra ayuda. Y que tampoco nos fiamos. Pero siempre hay opciones, y quedarse quieto es permitir que pase.

¿Qué destacarías de esta experiencia?

Todo. Destacaría a mis compañeros de viaje y cada una de las personas que me crucé allí. Destacaría todo lo que he aprendido viajando y conociéndoles, toda la bondad y amabilidad que me han transmitido y que te devuelve algo de confianza en el ser humano en este mundo tan convulso.   

En momento de angustia, ¿hubieras «tirado la toalla»?

No. Reconozco que había momentos muy duros, que había situaciones de extrema pobreza que te hacían estremecerte. A veces tenía la sensación de que llorábamos a turnos. Te girabas y veías a alguien en el autobús con los ojos cristalinos, quizá al día siguiente eras tú mismo el que lloraba... Pero eso te animaba a quedarte allí y ayudar aunque fuera en la más mínima cosa.

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¿Crees que, a cambio de lo que tu les hayas podido ofrecer, compensa todo lo que ellos te han aportado a ti?

Creo que en este tipo de experiencias por mucho que des ellos siempre te acaban dando más. Era algo que sentíamos todos los voluntarios. El contraste ayuda mucho a enriquecerse personalmente.   

Una vez has vuelto y asimilas todo lo ocurrido, ¿en qué cambia tu persona y tu forma de vida?

Creo que todavía no lo he asimilado. Es cierto que en cuanto llegas el contraste es fuerte. Te sorprendes del acceso tan fácil que tienes a todo, pero también es un poco asfixiante. Coches, carreteras y gente con prisa, el mal humor como estilo de vida. Es cierto que no puedes cambiar radicalmente, pero sí que te fijas más en las cosas, sí valoras necesidades. Y en mí nacen muchas ganas de ayudar y de involucrarme más con la sociedad.   

Para los que lean la entrevista, ¿les animan a participar en este tipo de experiencias?  

Sin dudarlo. Vuelves más rico, percibes la realidad de otra forma, aprendes tantísimo. Animo a todo el mundo a que se involucre de una manera u otra en ONGs, o que encuentren su propia forma de ayudar. Sé que el término está un poco desprestigiado, y que las opiniones sobre cómo llevar a cabo la cooperación internacional son siempre muy diferentes, que es difícil dar con la clave para que la ayuda sea lo más productiva posible sin imponer nuestra propia cultura, sin contaminar su sociedad genuina y pura con los vicios de la nuestra. Cuando he hablado con algunas personas sobre este tema, muchas se muestran escépticas a colaborar con organizaciones porque no saben exactamente dónde va el dinero. Y el escepticismo es justificable, porque se han utilizado organizaciones de este tipo con unos fines completamente lucrativos y no solidarios, lo cual me parece una de las cosas más ruines y mezquinas. Pero no deja de ser un modo de excusarse para no actuar. Y la no actuación, desde luego, tampoco es una solución. Yo he colaborado con Living Meki y aquí la ayuda llega, y estoy segura de que no es la única. Se han construido colegios y se les esta garantizando un futuro. En en el caso de esta ONG, se puede contactar con ella a través de las redes sociales y participar a través de donaciones, apadrinando a un niño o directamente aventurándose en el voluntariado de verano.  

¿Qué es lo que te motiva y te hace seguir siendo solidaria?

Para mí es algo de necesidad vital y de responsabilidad social. Hemos nacido en un país del primer mundo por azar, y nuestra piel se ha librado de muchas injusticias. Tenemos suerte: agua, comida, luz, educación. Y si, aunque sea en una milésima parte, podemos ayudar a la vida de alguien, creo que entonces ya merece la pena.


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Modificado por última vez en Sábado, 12 Septiembre 2015 01:05

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