El historiador local, Buenaventura Navarro, nos cuenta la historia de la gran manifestación de mujeres que hubo en la localidad

Aquellas Mujeres: 1929, Puerto Sagunto

Viernes, 06 Marzo 2020 19:39

FOTO 1Quiteria García y Antonio Sánchez en los jardines del Centro Cívico de Puerto Sagunto (Fotografía cedida por la nieta del matrimonio)

Fue a finales del año 1929 cuando se vivió una gran manifestación de mujeres en Puerto Sagunto. Pero recuperemos los acontecimientos y sepamos qué pasó.

Todavía eran días primaverales en 1993, aunque ya se barruntaba ese verano. Estábamos en casa de Antonio y de Quiteria, una pareja de nonagenarios lúcidos, y sobre todo buenas personas, recogiendo su testimonio sobre nuestra historia. Habían llegado a Puerto Sagunto buscando una vida mejor, saliendo del ambiente minero del campo de Cartagena, de donde procedían, y muy jóvenes empezaron a ejercer como porteños, con consciencia social. Antonio, que se convirtió en un profesional siderúrgico, inicialmente trabajó construyendo el edificio de las oficinas de la Compañía Siderúrgica del Mediterráneo, aún en pie como actuales dependencias municipales. Allí estuvo ayudando, entre otros menesteres, a colocar la piedra angular superior, encima de la entrada principal, grabada con el año 1921. Y, en un momento determinado, nos dijo: «Mi mujer estaba embarazada, a punto de dar a luz, cuando pasaron unas vecinas para pedirle que fuera con ellas a la manifestación de mujeres. No pudo ir debido a su estado. A los dos días trajo al mundo a la hija (la única que tuvieron)».

Al recuperar ese recuerdo, empezamos a profundizar en nuestras indagaciones. ¿Qué pasó? ¿Qué manifestación de mujeres ocurrió? ¿A qué se debió?

¿Por dónde tomar en nuestro camino investigador? Empezamos por concretar la fecha de ese nacimiento. Se produjo el 11 de noviembre de 1929. A continuación, acudimos a la Hemeroteca Municipal de Valencia, a revisar la prensa valenciana de la época durante esos meses. A pesar de nuestro rastreo, no hallamos mención a esos sucesos. O se nos había pasado por alto en la búsqueda o los periódicos del momento, aún en la dictadura del general Primo de Rivera, no pudieron publicar noticias al respecto. Se trataba, además, de un asunto de orden público, y en una zona sensible a las demandas sociales como era Puerto Sagunto, núcleo industrial cercano a Valencia.

Cuando nos sumergimos en el Archivo Municipal de Sagunto, vimos unas notas referentes a la clausura del local de la Sociedad Sindicato Obrero de Siderurgia, Metalurgia y sus derivados. El día 8 de noviembre de 1929 dos policías se presentaron en la sede sindical para proceder a su cierre por orden del Gobernador Civil de Valencia. Estaban presentes casi todos los miembros de la directiva obrera. Los funcionarios policiales se incautaron de todos los documentos y libros (de actas, socios, cotizaciones y de caja), y de los fondos del Sindicato, cerraron el local con 15 precintos y levantando un acta. Pasaría un mes, el día 10 de diciembre, para que el alcalde y el secretario del Ayuntamiento, ante el presidente y otros dos directivos del Sindicato, reabrieran circunstancialmente la sede para devolverles todos los enseres, documentos, libros y fondos incautados anteriormente. Y luego volvieron a proceder al cierre del local.

Proseguimos nuestras pesquisas para saber más de aquellos sucesos y qué había ocurrido. No resultó sencilla ni rápida la tarea. Las búsquedas en archivos eran infructuosas. Pero, finalmente, un hilo suelto o un golpe de azar nos llevó a conocer el informe policial completo de los acontecimientos.

El 7 de noviembre de 1929 era jueves, día de mercado en la plaza de Puerto Sagunto. Esa mañana se fueron concentrando muchas mujeres delante de las oficinas de la Compañía Siderúrgica del Mediterráneo, para pedir la libertad del obrero Baltasar Martínez, detenido en la cárcel de Valencia a disposición del Gobernador Civil. Y gritar contra el ingeniero director de la empresa, Juan Sánchez Arboledas, por su actitud hacia los trabajadores y sus reivindicaciones.

Había fuerzas de la Guardia Civil concentradas en Puerto Sagunto, seguramente ya tenían informes confidenciales sobre estas protestas. Participaron 78 guardias entre oficial, suboficiales y guardias, de caballería y a pie. Recibió el teniente jefe, que mandaba todas las fuerzas, a una comisión de estas mujeres, entre las que estaba Blasa García, mujer del detenido ya citado. Ella, junto a sus cuatro hijos, una hermana y otras tres mujeres, solicitaron y hablaron con el oficial, teniente de la Guardia Civil Manuel Uribarry Barutell. Éste las atendió con corrección, y se encargó de transmitir al gobernador su petición de liberar al obrero preso. Luego salió con ellas del edificio de las oficinas y pidió a todas las mujeres reunidas que se marchasen a sus casas. Pero al día siguiente, 8 de noviembre, se volvieron a concentrar más mujeres todavía, calculaba el teniente que serían sobre 2.000, con niños en brazos, y a su retaguardia, pero separados, otro grupo de hombres, alrededor de unos 1.000, algunos con piedras en las manos. Se repitieron los gritos contra el director de la Siderúrgica y por la libertad del detenido. Cargaron las fuerzas de caballería con los sables desenvainados contra los hombres y recibieron una lluvia de piedras, mientras los guardias de a pie hicieron una descarga al aire para asustar y disolver a las mujeres.

Hubo seis hombres detenidos, cuatro de ellos con heridas de sable, que fueron: Cesáreo Cercós Martín, Marcelino Alcalde Pascual, Juan Carrascosa Quesada, Remigio Gandía Francés, Juan Martínez León y Antonio Montoliu Pinazo. Al día siguiente detendrían a dos mujeres: Rosa Estruch Llorens y Vicenta Tono (o Tormo) Martínez, que habían estado en la comisión con la esposa del detenido para solicitar su liberación ante el teniente. En los interrogatorios, salvo Marcelino Alcalde que dijo llevaba solamente dos días en el pueblo en busca de trabajo, los demás confirmaron ser socios de la Sociedad Sindical Obrera clausurada el día anterior, pero todos negaron haber tirado piedras ni haber participado en las protestas. Los heridos fueron llevados al hospital de la empresa para ser curados. Y luego todos ellos trasladados a Sagunto, al depósito municipal de presos, quedando bajo la custodia del alcalde y a disposición del capitán general de Valencia.

A una de estas mujeres detenidas le atribuyeron las palabras de «que ella había ido dispuesta a todo y le importaba poco corriera la sangre» y «que hoy eran ellas y mañana sería toda la Fábrica», lo que negó la misma.

FOTO 2Puerta principal de entrada y fachada del edificio de las antiguas oficinas de Altos Hornos en Puerto Sagunto. En la parte superior, piedra angular grabada con el año 1921 de su colocación.

Por noticias confidenciales recibidas, el teniente presentó también denuncia contra otras cuatro mujeres porque según sus palabras «…tomaron parte activa en las reuniones tumultuarias que tuvieron lugar en la vía pública de esta localidad…», que fueron: Dolores Moreno Hernández, Petra Iniesta Gómez, María Rosa Juesas Monleón y Valeriana Argilés Sanz. Hubo otra mujer a quien le decían ‘la de la vara’, Saturnina García Montero, pues llevaba una vara y no permitía a los hombres acercarse a la concentración de las mujeres, los mantenía separados. Era una manifestación propia de las mujeres, que habían convocado ellas, yendo de casa en casa y atrayendo a todas las vecinas que quisieron unirse a esta causa solidaria que consideraron suya.

Ninguna de las personas detenidas reconoció su participación en las protestas ni haber cometido violencia. Uno de los hombres afirmó en su declaración que «…lo que pasa es debido a lo mal que paga la Compañía a los peones, que él solo cobra seis pesetas y un peón de albañil cobra siete pesetas y setenta y cinco céntimos de entrada…»

Se hicieron cargo de la instrucción final un comandante de infantería y un sargento como secretario suyo. En sus declaraciones ante el instructor, los detenidos reconocieron que en las asambleas obreras previas se hablaba de solicitar la jornada de ocho horas y un aumento de jornal.

El propio teniente de la Guardia Civil afirmó en su informe definitivo ante la autoridad militar que la posición de los huelguistas «fue una actitud de resistencia pasiva, sin intención de agredir a la fuerza armada, como protesta a sus fines sociales, sin que haya reconocido en ninguno de los detenidos como autores de los que arrojaron piedras contra la Guardia Civil…» Y lo dijo él, que había recibido una pedrada en la rodilla.

El director general de la empresa, ingeniero Luis Cendoya, y el administrador, Celso Montes, emitieron, a petición del instructor militar, un escrito diciendo que los obreros detenidos siempre habían mantenido una buena conducta en el trabajo.

Ante la ausencia de pruebas, se puso a todos los detenidos en libertad provisional el 12 de diciembre de 1929, con la obligación de presentarse cada 8 días ante la autoridad local.

Al no poder localizar a los autores de la agresión, o la defensa, a pedradas a la Guardia Civil, el 31 de marzo de 1930 se decretó la libertad definitiva de todos, el sobreseimiento del procedimiento y su archivo.

Sin embargo, la sede del Sindicato Obrero sidero-metalúrgico de Puerto Sagunto no fue autorizada a volver a abrir hasta el 25 de abril, advirtiendo en su permiso el gobernador civil que: «…esperando no se dará origen a que me vea precisado, en uso de las facultades legales a tener que clausurarla nuevamente…».

Esa fue, a grandes rasgos, la gran manifestación de 1929 protagonizada por las mujeres de la clase trabajadora de Puerto Sagunto en solidaridad con otra familia obrera vecina y en defensa de lo que, en definitiva, consideraban propio: la mejora de las condiciones de trabajo y de vida para ellos y sus familiares y vecinos. Y este era el suceso al que se refirieron nuestros amigos Antonio Sánchez Cabezos y Quiteria García Sánchez en aquella entrevista que mantuvimos en la primavera de 1993.

Cuando paseemos por la avenida 9 de Octubre de Puerto Sagunto, delante de las antiguas oficinas de la Siderúrgica, una piedra angular, grabada con su año 1921 de colocación, que fue acariciada por las manos del joven Antonio al situarla, nos estará contemplando. Tal vez guardará esa memoria de aquellos acontecimientos y de otros similares. De miles de personas que parecían anónimas pero que sabían escuchar y atender a sus semejantes. Que llegaron aquí anhelando una vida más digna y poder construir una sociedad mejor con sus esfuerzos, sus sueños y sus ilusiones. Y lo dieron todo para alcanzarla. De ellas, de esos antepasados somos profundamente deudores.


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