La presidenta de Amigas Supervivientes, Mayte Lafuente
Mayte Lafuente logró sobrevivir a la violencia de género y decidió que iba a dedicar parte de su vida a ayudar a otras mujeres que estuvieran pasando por lo que ella ya había vivido. Por eso fundó la asociación Amigas Supervivientes, de la que es presidenta desde su inicio en 2013. Esta asociación acompaña y da apoyo a las mujeres que quieren salir de una situación de violencia de género y también trabaja en la prevención con talleres y actividades que intentan visibilizar las experiencias de mujeres como Mayte y sensibilizar sobre la situación de desigualdad que las mujeres siguen padeciendo. Además, Amigas Supervivientes participa en la organización del Festival Subversives que se celebra este 21 de septiembre en el Triángulo Umbral de Puerto de Sagunto, un festival lleno de actividades con perspectiva de género.
¿De dónde surge Amigas Supervivientes?
Muchas de nosotras estábamos en un grupo de apoyo psicológico del Área de Igualdad del Ayuntamiento de Sagunto. En este grupo compartíamos nuestras experiencias afrontando un proceso de violencia de género.
¿Cómo llegaste a ese grupo de apoyo?
Llegué por medio de la psicóloga y el grupo se acababa de formar. Mi abogada me dijo que yo tenía que seguir viviendo con mi exmarido para seguir teniendo fuerza ante el juez y yo estaba destrozada psicológicamente. Dormía en la habitación de mi hija con un colchón en el suelo y con un mueble detrás de la puerta. En aquella época no tuve una atención especializada en violencia de género, hasta que llegué al Área de Igualdad.
¿Cómo te cambió integrarte en un grupo así?
La primera vez que fui estaba muy nerviosa porque esa misma semana tenía un juicio, pero varias chicas del grupo ya se habían enfrentado a lo que yo iba a vivir y me dieron muchísima tranquilidad. Me contaron toda su experiencia y me anticiparon lo que iba a pasar. También fue fundamental la ayuda de Coto Talens, la psicóloga que dinamizaba el grupo y que es una eminencia en su campo. Estuve muchos años yendo al grupo y, aunque ya había pasado la parte más dura de mi proceso, seguía yendo para ayudar a otras mujeres con mi experiencia al igual que me ayudaron a mi la primera vez que fui.
¿En qué momento decidís crear la asociación?
En el grupo empezamos a pensar que un día a la semana muy concreto igual no era suficiente o que igual había mujeres que no podían venir a ese día y hora tan concretos. Cuando esta asociación sólo era una idea, conocí a Ana Bella Estévez de la Fundación Anabella de mujeres maltratadas y ella fue la que me animó a dar el paso fundarla. Me dio mucha fuerza y me inspiró su forma de afrontar las cosas de manera tan positiva. Me pareció un enfoque muy válido porque muchas mujeres que pasan por un proceso de violencia no se reconocen en un cartel de una mujer con el ojo hinchado. Te cuesta mucho reconocer lo que te está pasando cuando estás en esa situación, sobre todo cuando la violencia no es física.
¿Empezasteis en la asociación las mismas mujeres que ibais al grupo de terapia?
Sí, la mayoría sí. Empezamos muchas y con mucha fuerza. En principio sólo éramos mujeres supervivientes a la violencia de género y hubo un momento en el que la asociación se estancó mucho porque hay mucho estigma y muchas mujeres que no están preparadas para aceptar lo que les pasa, porque normalmente cuando te pasa es como que te etiquetan como «la maltratada». Hay muchas mujeres que no están preparadas para eso y se fueron quedando por el camino. Entonces lo que hicimos fue abrir más la asociación a personas que también querían ayudar al objetivo de la asociación y que, aunque no pudieran hablar en primera persona, sí que podían hablar de su motivación para estar en la asociación o por qué piensan que es importante tratar estos temas. Otro punto de vista para abrirla un poquito. Ahora ya hay más socias (y también socios) que, aunque no han sufrido violencia de género en primera persona, están ahí aportando mucho y hacen una labor muy importante.
¿Cómo habéis evolucionado de ser un grupo de apoyo a una asociación con tanta actividad?
Nuestro principal objetivo es ayudar a mujeres que, aunque no estén en la asociación, están pasando ahora mismo por donde ya hemos pasado algunas. Por una parte, nuestra tarea sigue siendo simplemente hablar y ofrecer compresión, decir «estamos aquí, yo te voy a escuchar, no te voy a juzgar porque en determinado momento pasé por una cosa igual o parecida.» Cuando estas mujeres notan el apoyo, se sienten con libertad de vaciarse un poco. Por otra parte, ofrecemos acompañamiento en el proceso, porque muchas mujeres se sienten solas y angustiadas de tener que enfrentarse a un juicio o ir a pedir ayuda a una institución, incluso ayudamos a mujeres que tienen niños y no tienen con quién dejarlos mientras tanto.
¿Lo que hacéis vosotras suple una carencia institucional o es distinto?
Yo creo que es distinto porque en una institución, a no ser que la persona que te atiende haya pasado por esas circunstancias, no te puede atender de la forma en la que nosotras lo hacemos, tan basada en la propia experiencia personal. Pero yo sí que noto, por ejemplo, dirigirse a una institución a muchas mujeres les cuesta mucho. Igual que poner la denuncia. Hay mujeres con las que he hablado que ni siquiera se han atrevido a llamar al 016 porque tenían miedo a tener que dar demasiada información personal. He visto que también hay mucho desconocimiento.
¿Por qué crees que sucede esto?
El mensaje que siempre se da es «denuncia, denuncia». Vale, si tú denuncias se activan mecanismos y ayudas que si no denuncias no se activan, como órdenes de protección, etc. Pero claro, ¿qué es lo que pasa? Detrás de esa denuncia no es sólo ir y poner la denuncia, es que vienen los juicios, que igual te deniegan las órdenes de alejamiento, que te encuentras con él, etc. Entonces una mujer antes de poner de la denuncia tiene que estar preparada para la denuncia y para todo lo demás. Porque si no hay muchas mujeres que se ven muy abocadas a presentar la denuncia y luego no se presentan al juicio o no quieren declarar, mil cosas. Hay que saber qué es lo que hay detrás. Nosotras atendemos a todas las mujeres, da igual que hayan denunciado o no hayan denunciado, lo que sea, porque eso a nosotras no nos importa. Hay muchas mujeres que no han denunciado y están en la asociación, no pasa nada. La situación que has vivido la has vivido, no necesitas ningún papel que lo acredite.
Cuando llega una mujer que sufre violencia de género no debe de ser nada fácil. Además de esa tarea de apoyo, ¿qué más podéis hacer por ellas?
Nosotras en cuanto podemos las dirigimos a los recursos que hay. Como asociación no tenemos psicólogas, ni abogadas, ni nada de esto, pero en el Área de Igualdad funciona de maravilla, todas nos han ayudado muchísimo. Siempre intentamos reconducirlas hacia que las trate una profesional, les damos los recursos y nos ofrecemos a acompañarlas para que no tengan que ir a los sitios solas. En el Área son personas con mucho sentido, con mucha sensibilidad y las trabajadoras te ayudan incluso fuera de su horario de trabajo. Te tratan como una persona, no como una institución. Está claro que hay momentos en los que ellas no pueden hacer más porque existen protocolos que seguir o recursos a los que no pueden acceder. Pero se implican mucho y también acompañan a los jugados en los casos más extremos.
Vuestra labor asistiendo a mujeres que sufrido violencia machista es admirable, ¿y sobre prevención hacéis algo?
La sociedad está más sensibilizada que antes, pero todavía existe la idea de que la violencia de género es algo queda en casa, así que tenemos mucho que hacer. Estamos en el Pacto Valenciano contra la Violencia de Género y Machista desde el principio. Colaboramos con residencias de ancianos, hemos hecho talleres para profesionales sanitarios, policías y Guardia Civil. Además, varios años hemos organizado el festival Alça veus con conciertos y actividades dedicadas a concienciar a los y las jóvenes sobre el problema de la violencia machista.
¿Qué tal ha sido la experiencia trabajando con jóvenes? ¿Las nuevas generaciones son más o menos machistas?
El año pasado estuve haciendo talleres en 30 institutos de toda la Comunitat Valenciana y fue una experiencia de muchos contrastes en ese sentido. En mi primer taller en un Grado Medio de Emergencias todo eran hombres. al principio me puse muy nerviosa pero fue una sorpresa muy grata, encontré a chicos muy mentalizados e interesados en el tema. Por supuesto también he tenido alguna mala experiencia, hay chicos y chicas jóvenes que tienen muy interiorizado el machismo, incluso la violencia. Noté que son jóvenes que lo viven en su entorno más cercano y lo han normalizado. Me llegaron a decir que es normal que los hombres controlen a las mujeres para que ellas no sean infieles y ellas lo tenían muy asumido.
¿Y qué es lo que pasa después de los talleres? ¿Alguien os confiesa que ha conseguido abrir los ojos ante una relación tóxica?
Sí, después de los talleres vienen muchas chicas a pedir consejo, también nos han escrito cartas o nos hacen llegar mensajes a través de los responsables del centro. Y los talleres no sólo dan que pensar a los alumnos y alumnas, también han servido para que el profesorado se diera cuenta de la dimensión del problema y empezara a trabajar estas cuestiones de forma habitual en el aula.
El sábado 21 de septiembre vais a celebrar la segunda edición del festival Subversives, un festival centrado en el feminismo, ¿cómo surge esta idea?
Este festival recoge la esencia de lo que fue el Alça Veus y querer hacer algo más para visibilizar a las mujeres y que hay un movimiento feminista fuerte en la comarca. La primera edición salió fenomenal y esperamos que este año sea todavía mejor. Queremos visibilizar que hay mujeres muy talentosas, que cantan, que hacen monólogos, que tienen experiencias muy interesantes que contar y capacidad para dirigir talleres. En festivales como el Subversives hay un espacio para las mujeres que cuando vas a muchos festivales no existen y ni la mitad son mujeres, cuando hay mujeres muy buenas en todas las disciplinas. Tenemos que visibilizarnos las unas las a otras y decir «¡aquí estamos!».
¿Qué dirías a alguien que considere demasiado radical que haya un festival en el que la programación es 100% femenina?
Pues les diría que, sin embargo, cuando hay un festival y sólo son hombres nadie dice nada, se ve todo tan normal y corriente y da igual. Las mujeres tenemos que reivindicar el espacio que no hemos tenido hasta ahora. Hay un espacio que históricamente no hemos tenido porque no se nos ha dado y si se nos ha dado por un sitio se nos ha tapado por otro. Entonces, ¿qué tenemos que hacer? Pues eso, ser subversivas y demostrar que las mujeres hacemos muchas cosas y las hacemos muy bien además.
¿Con qué apoyos contáis para organizar este evento?
La Coordinadora Feminista del Camp de Morvedre ha sido fundamental para sacar adelante este proyecto, allí hay gente que se mueve muchísimo, con energías renovadas y que han sido como un soplo de aire fresco para las que ya estamos más agotadas. También el Área de la Dona que nos ha estado apoyando desde la pasada edición y que este año trae el concierto de la rapera Tesa, uno de los platos fuertes del festival.
En la programación hemos visto que Amigas Supervivientes se encarga de una actividad basada en tejer una bufanda, ¿qué finalidad persigue y qué tiene que ver con la igualdad?
Sí, queremos tejer 500 metros para añadir a la bufanda de Astigarraga que ya tiene más de 6 Km de largura y empezaremos durante el festival. La finalidad es crear un espacio de debate que se forma mientras se teje la bufanda. Buscamos debatir sobre violencia machista, cómo la vive cada una, cómo se ve en la sociedad... También la bufanda es un símbolo de cómo se teje redes entre las mujeres. En noviembre traeremos la bufanda completa para exponerla y añadiremos nuestra parte. A mi me hace mucha ilusión, hace ya dos años que contacté para poder traerla.
El año pasado el Subversives fue un éxito y esperáis que este año lo vuelva a ser, ¿qué cosas han cambiado en la comarca para que de repente un festival feminista tenga tan buena acogida?
En esta comarca ha habido colectivos de mujeres que llevan trabajando y luchando muchos años como el Col·lectiu 8 de març y ahora se han incorporado mujeres más jóvenes que recogen el testigo del trabajo hecho. La combinación de la experiencia y la tradición de las personas que llevan tanto tiempo haciendo cosas en la comarca y la vitalidad de las que acaban de empezar, ha conseguido mover mucho. Hemos logrado grandes cosas como la movilización del 8 de marzo de este año, que apostamos por hacer una convocatoria propia en Sagunto y la implicación de la gente fue increíble. Esta comarca tiene una larga tradición de lucha feminista y, desde luego, que va a tener continuidad.
¿Crees que todo esto ha calado en la sociedad del Camp de Morvedre?
Sí, yo creo que de alguna manera sí. Por ejemplo, yo quedé muy impactada con la movilización que hubo con el caso de La Manada. La cantidad de personas que se manifestaron aquí en contra de la primera sentencia fue alucinante. En parte seguramente porque fue un caso muy mediático, pero desde luego que también fue una muestra de que la gente está concienciada. Otro síntoma de que algo está cambiando es que ahora mismo la delegación de Igualdad del Ayuntamiento de Sagunto depende directamente de alcaldía y eso va a tener una repercusión muy positiva.
