Ximo Pastor, un vecino de Puerto de Sagunto relata a El Económico cómo vivió en primera persona este infierno cuando se volvía a Valencia desde Menorca

Una ola rompe los cristales de un barco e inunda una sala con 100 personas

 
Miércoles, 08 Febrero 2017 17:17

webximo1Ximo Pastor, vecino de Puerto de Sagunto, en el puerto
 
Aunque todo parecía que iba a ser un viaje en barco más de los muchos que Ximo Pastor,  había realizado antes, éste, el  que realizó el domingo 5 de febrero de Menorca a Valencia se convertirá en un trayecto que no olvidará en su vida. Y es que este vecino de Puerto de Sagunto vivió en primera persona los estragos que el viento provocó en un enfurecido mar que azotó e inundó el Zurbarán, el barco en el que volvía a Valencia desde Mao, en Menorca.
 
webximo2Estado en el que quedó la sala. Foto tomada el día siguiente

«Una gran aventura que ha quedado sólo en un susto pero que podría haber sido  peor. Un infierno que vivimos durante 22 horas y que llegó a su punto máximo cuando la ola rompió los cristales del barco». Así ha definido Ximo Pastor el infierno que vivió el pasado domingo, cuando volvía en barco junto a sus suegros, procedentes de Menorca. Una enorme ola destrozó los 4 cristales de la sala en la que viajaban, en la proa del buque. «Salimos de Maó hacia Palma el domingo sobre las 17.30 horas, ya con cierto retraso debido al temporal. De Palma viajaríamos hasta Valencia, y lo que comenzó con un trayecto bastante movido, iba empeorando conforme pasaba el tiempo. Era horroroso, la gente vomitando, mareada, cayéndose si se levantaba. Las olas eran grandísimas  y cada vez el movimiento era más agresivo. Yo, cada vez que veía que se acercaba una, cerraba los ojos, del miedo que me daba ver lo que podría suceder». La misma fuente añade que la inclinación del barco ante las embestidas del mar «podría incluso llegar a los 45 grados, era bestial, se ponía de pie».
webximo5Lonas en el lugar de los cristales

Y al final, ocurrió. Ximo iba sentado en una sala de butacas en la proa del barco, junto a su suegra. Su suegro descansaba arriba, el los camarotes. De repente, una ola gigante impactó con fuerza contra los cristales, rompiendo un total de 4.
 
Pánico

«Eran las 2 de la mañana y de repente se oyó como una bomba. Acto seguido, sin saber muy bien qué había pasado y sin haber podido reaccionar, el agua nos inundó. Era como si se rompieran los cristales de un acuario gigante. A partir de ese momento, el pánico se desató», recuerda Pastor. Gente por el suelo sin poderse levantar. Ancianos golpeándose la cabeza con los sillones o con las maletas que volaban por allí,vómitos por todos los lados, gritos... «En pocos segundos ya estábamos inundados y la gente estaba por el suelo. Se querían levantar pero entre el agua y el movimiento del barco, era imposible. Todos intentábamos huir por la misma puerta, ya que era la única que existía para poder acceder a la planta superior del barco. Yo cogí a mi suegra y subimos hacia arriba como pudimos. Conocíamos el camino ya que habíamos estado  en el camarote con mi suegro».

El joven reconoce que subió tan deprisa que casi no pudo apreciar el desastre. «Pensaba que sólo se había roto un cristal, pero fueron 4.  Yo creo que fue mejor no saber exactamente qué había pasado porque si llego a ver las  4 cristalera rotas, igual me hubiera bloqueado y no hubiera reaccionado tan rápido. Pero lo cierto es que se vivieron minutos de angustia y muchísimo miedo».

La tripulación reubicó a todas las personas de la sala en los camarotes de otros pasajeros y como Ximo relata «colocaron mesas para evitar que el agua subiera y lonas en el lugar de los cristales. Después, le dieron la vuelta al barco. Nada profesional. Yo pensaba que tendrían  profesionales que pudieran responder en situaciones como éstas, pero no. De hecho, el barco no debería haber zarpado, podríamos haber naufragado».  Los viajeros estuvieron navegando sin rumbo, a la deriva, a la espera de que el temporal mitigara. Un viaje de 14 horas se convirtió en un trayecto de 22, lleno de miedo y peligro. A pesar de la magnitud del desastre, Ximo reconoce que podría haber sido mucho peor. «Afortunadamente nadie cayó por la cristalera hacia el agua.  Había bebés, niños, ancianos.  Yo mismo tengo dos hijos muy pequeños que no iban en el barco de casualidad. Hubo heridos por contusiones y esguinces,  pero nada más. Además, el capitçan nunca se manifestó y la tripulación tampoco daba explicaciones. Cuando mi mujer llamó a la compañía a ver porqué tardábamos tanto, no le comentaron nada. Yo pondré una reclamación en la oficina del consumidor, pero este susto a mi no me lo quita nadie», argumenta. Sin duda, un viaje que no olvidará jamás. Un viaje que realizaron en barco ya que a su suegra le daba miedo volar , como cuenta ahora divertido Ximo a este rotativo. Ahora, añade, la mujer «pasará mucho tiempo hasta que vuelva a subir a otro barco».

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Modificado por última vez en Sábado, 25 Febrero 2017 00:08

 

 

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