«En vez de odiarle cuando me pegaba, le agradecía que no lo hiciese. Hasta ese punto llega tu mente, a pensar que es lo normal»

 
Jueves, 24 Noviembre 2016 17:40

weblaura1Una valiente vecina de Sagunto cuenta a El Económico cómo fue su vida junto a su maltratador
Hoy, 25 de Noviembre, se celebra el Día Internacional contra la Violencia de Género, una de las principales lacras de la sociedad. En lo que va de año, un total de 44 mujeres han sido asesinadas a manos de sus parejas o ex parejas. El pasado año, e balance anual fueron 64 mujeres asesinadas por violencia machista.

Historias que antes parecían muy lejanas suenan cada vez más cerca. Distintas mujeres de Sagunto han contado sus historias a El Económico. Aunque los nombres han sido cambiados porque las mismas prefieren conservar el anonimato, las historias son reales. Y ponen los pelos de punta.

Ana Giménez, de 56 años y vecina de Puerto de Sagunto comienza a relatar su historia tímidamente, casi con vergüenza. La vergüenza que le da, afirma, reconocer que aguantó 10 años de malos tratos, tanto sicológicos como físicos. Su hijo fue la razón por la que al final dijo basta.
 
Justificar al agresor

«Desde muy joven he estado con la misma persona. Al principio, y al tratarse del único novio que has tenido en tu vida, piensas que su comportamiento es el normal, tampoco lo puedes comparar con otros. Por eso, cuando mis amigas y primas empezaron a decirme que Juan era un poco posesivo y celoso, no le di importancia. Tenía un carácter fuerte y yo todo lo achacaba a eso».

A eso y a, como relata cuando la entrevista va avanzando «al hecho de que me quería mucho». Un argumento según los expertos muy utilizado por las víctimas de violencia de género para justificar a sus maltratadores.

Que no la dejara trabajar, que la llamara continuamente, que controlara el largo de sus faldas, que no la dejara ir sola con las amigas a cenar, e incluso los rebotes encolerizado y espectáculos que le montaba cuando Ana hablaba con otro hombre eran normales. Todo era normal y justificable por Ana, quien como relata dejando entrever una sonrisa de arrepentimiento, «me avisaron muchas veces, pero tú no lo quieres ver. Piensas que es a causa de su personalidad y del amor que siente por ti y el consiguiente miedo a perderte». Su vida siguió así muchos años, entre broncas, humillaciones y enfados sin razón que no podía entender pero con los que aprendió a convivir. Detrás siempre venía un perdón, un llanto de Juan, un regalo y mil y una declaraciones de amor y culpabilidad. Un comportamiento que incluso su madre, cuando le contaba lo amargo del carácter de Juan, justificaba. Cuando Ana tenía 26 años llegó el primer puñetazo. Una agresión que llegó a lo más hondo de su corazón. No por el dolor físico, explica, que también lo hubo, «sino porque me lo pegó en una fiesta, delante de mis amigas y sus parejas, cuando iba borracho. En aquel momento sentí más vergüenza que otra cosa, y allí me quedé en el suelo, sin llorar y viendo como mis amigos se lo llevaban». Aquella noche durmió en casa de su mejor amiga y cuando al día siguiente Juan fue a buscarla y vio cómo le había dejado el ojo se derrumbó llorando al suelo. «Y aunque hoy en día me parezca increíble, lo perdoné. Y seguí con él. Y lo hice durante años. Años en los que no cesaron sus insultos, sus chantajes emocionales y sus golpes. Tras cada uno de ellos había cien disculpas. Y me las creía,  al igual que sus promesas de no volver a hacerlo», cuenta con tristeza Ana. Hasta el día que le pegó delante de su hijo y empujó al niño. Esto fue lo que hizo abrir los ojos a Ana y actuar, el terror a que le pasara algo a él.

«Siempre tuvo celos de nuestro hijo. Que si pasaba mucho tiempo con él, que si lo mimaba mucho, que si lo consentía, que si lo protegía, pero yo siempre iba capeándolo y durante los primeros años del niño no volvió a pegarme. Después lo hizo, pero el niño era pequeño, no lo veía y yo no quería dejarlo sin padre. Y así fui viviendo, aguantando, callada, sin contar nada a nadie y justificando sus actuaciones».

Hasta que un día, en medio de una discusión por el comportamiento del niño de 6 años al que Ana defendió, su marido volvió a pegarle. «La cara de pánico de mi hijo que no habló ni una palabra en una semana del estado de shock en el que quedó y el siguiente empujón al niño cuando éste vino a recogerme del suelo, me abrió los ojos».

Ana se mudó con el niño a casa de la misma amiga que la había acogido tras el primer puñetazo. Lo denunció, se divorció y pidió una orden de alejamiento y  la custodia del pequeño. Su hijo tuvo que ir al psicólogo, donde recuperó el habla 7 días después del suceso. Tras aquello, continúa «Juan se fue a vivir al extranjero con un familiar, y a los años murió en un accidente de tráfico. Tras la noticia, sentí pena, pero reconozco que viví tranquila. Estaba atemorizada por si volvía y le hacía algo a mi hijo o me lo quitaba. Era capaz de todo».
 
Pensamientos comunes

Desireé Velázquez, de tan sólo 26 años recuerda como Vicente, la pareja con la que llevaba saliendo 8 años le hizo la vida imposible. «Al principio, con 16 años no te das cuenta de nada. Sí, era celoso y posesivo, y me la liaba cada vez que tomaba alcohol y otras cosas. Por cualquier tontería me la montaba; por mi ropa, por hablar con alguien, por bailar, e incluso por mirar. Pero al día siguiente era un encanto, se deshacía en promesas, en disculpas. Un año fuimos a Punta Cana, y allí, aún no sé muy bien porqué me dio un puñetazo en la cara. Estaba muy borracho. Al día siguiente ni se acordaba. Y le perdoné. Me quedaba una semana allí, los dos solos, ¿qué iba a hacer?», pregunta Desireé.

Ya en Sagunto, sus vidas continuaron juntas muchos años. Y también siguieron los puñetazos puntuales y la violencia sicológica continua. Desi se quedó embarazada, y tras una paliza de su agresor, perdió el bebé. Aquello fue el final.

«Me fui de casa y conté a mi familia lo que había pasado, pues nadie sabía nada de nada. Mi hermano casi lo mata. Y lo denunciamos. Me acosó durante mucho tiempo. Ahora estoy casada, tengo un bebé y soy muy feliz. Cuando recuerdo las humillaciones, los espectáculos, las explicaciones, la vergüenza y el dolor me arrepiento de no haberlo dejado antes. Pero es tal el chantaje emocional, la sensación de culpa y el miedo, que no es tan fácil como se ve desde fuera. De hecho, en vez de odiarle cuando me pegaba, se lo agradecía cuando no lo hacía», explica cabizbaja. «Hasta ese punto llega tu mente, a pensar que el hecho de que te peguen es normal», cuenta con tristeza. Hoy, la misma fuente ha rehecho su vida y recuerda con terror lo equivocada, confundida y atemorizada que estaba.
 
weblaura2Fotografías que se han colgado en los árboles de Puerto de Sagunto para la concienciación contra la violencia de género

Unos pensamientos que, según los expertos son comunes en las víctimas de esta lacra social. Según Melisa López, vecina de Puerto de Sagunto, experta en igualdad y prevención de violencia de género,  el proceso por el cual debe pasar una mujer víctima de violencia de género  para poder salir de dicha situación es muy  complejo y atiende siempre a matices y situaciones concretas, pero en líneas generales y de un modo orientativo se podría resumir, según la autora de Niña Invisible (un libro que acaba de escribir sobre la historia de una niña de 9 años que sufre violencia por parte de su padre), de este modo : "Si una mujer detecta que está siendo víctima de violencia de género, ha hecho lo más difícil, porque la mayoría de veces esta violencia se justifica o naturaliza. En ese sentido tiene que saber que ha sido valiente y que empieza un proceso duro pero gratificante, el de la recuperación».

Añade que dependiendo del grado y del tipo de violencia que sus pareja o exparejas estén ejerciendo sobre las mujeres, la actuación será diferente. «Lo que sí es recomendable es que, sea cual sea el tipo de violencia (física, psicológica, sexual, económica), busque apoyo familiar o de  amistades. Puede que ya no tenga una relación estrecha porque uno de los mecanismos de violencia de su agresor haya sido el aislamiento. Sin embargo, en estos momentos que pueden ser de extrema gravedad tiene que intentar retomarlo. Siempre tenemos cerca a alguna persona que está dispuesta a acompañarnos», argumenta.

 «Si cree que peligra su integridad física, si tiene miedo o se siente amenaza lo más recomendable es interponer una denuncia en la policía nacional. Si ha habido agresión (física, sexual) las mujeres deben acudir previamente al hospital para poder reunir las pruebas necesarias como son los partes médicos, que adjuntará después en su denuncia. Si tiene amenazas por whatsapp o redes sociales, no debe eliminar ninguna de las pruebas», recomienda. Si la decisión de solicitar ayuda no ha venido desencadenada por un hecho que le haga pensar que su vida corre peligro, lo mejor, sigue resumiendo,  «es solicitar la ayuda de una especialista en violencia de género. Deberá acudir al Área de la Dona, en el antiguo sanatorio de Puerto, sea cual sea la situación y el tipo de violencia que haya detectado.  Allí, les asesorarán especialistas, (psicológica y jurídicamente), proporcionándoles toda la información y orientación adecuadas a su situación. Además, si quien detecta la situación de maltrato es una persona menor de edad que lo está experimentando en casa, puede pedir ayuda llamando de forma gratuita a ANAR, al 900202010, donde le apoyarán y asesorarán para que se sienta segura y protegida". Una lacra que entre todos se ha de erradicar.

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Modificado por última vez en Sábado, 10 Diciembre 2016 00:04

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