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La ciudad de Teruel, debido a la crudeza de los combates del invierno de 1937/38, se encontraba en penosas condiciones por la destrucción causada

La fuga de Teruel

Edificio del antiguo convento de los capuchinos, regido por los padres paúles, y situado a orillas de la carretera hacia Zaragoza a la salida de la ciudad, en el que se habilitó la cárcel. Edificio del antiguo convento de los capuchinos, regido por los padres paúles, y situado a orillas de la carretera hacia Zaragoza a la salida de la ciudad, en el que se habilitó la cárcel.
Viernes, 11 Marzo 2022 21:15

Por Buenaventura Navarro

Uno de los primeros mandamientos de los presos de guerra o políticos es intentar evadirse, buscar de nuevo su libertad. Lo cierto es que, en el primer franquismo, inmediatamente posterior a la guerra civil de 1936/39, se dieron tentativas de evasión de distintas prisiones. Y ello es comprensible por el hacinamiento que existía dentro de las cárceles, sus condiciones miserables de subsistencia, la falta de garantías y defensas procesales, y la severísima represión de los vencedores que aplicaron con frecuencia penas de muerte. En Teruel, en 1942, el domingo 18 de enero, se produjo una importante fuga de la cárcel habilitada.

La ciudad de Teruel, debido a la crudeza de los combates del invierno de 1937/38, se encontraba en penosas condiciones por la destrucción causada. No habiendo una cárcel como tal, hubo que preparar un lugar de encierro; el elegido fue el convento de los capuchinos, regido por los padres paúles, y situado a orillas de la carretera hacia Zaragoza a la salida de la ciudad.

Así, el día 1 de noviembre de 1939, el superior de los paúles y el administrador de la Diócesis de Teruel firman, junto al comandante de ingenieros de Regiones Devastadas, un acuerdo indicando que: «…en atención a las necesidades de la Patria y a petición de la Dirección General de Regiones Devastadas…consienten en que sea dedicado el edificio y huerta aneja a los fines que juzguen convenientes y se hagan las modificaciones oportunas. Se deja al beneplácito de dichas Autoridades señalar las rentas que su alquiler deba producir…». Una prueba más de la total colaboración, aunque no gratuita, de la institución eclesiástica con el ejército vencedor.

El Proyecto de Reparación del Convento de Capuchinos destinado a prisión, fechado el 14 de marzo de 1940, cuyo presupuesto fue de 82.972 pesetas, explica: «Para el alojamiento de los reclusos que han de redimir la pena impuesta trabajando al Servicio de la Dirección General de Regiones Devastadas, no había locales en la Población para ser empleados inmediatamente.

El único que además se encuentra en condiciones de ser utilizado (previos arreglos materiales por estar muy destrozado por la guerra) y su distribución adecuada para albergar un contingente de penados importante [mil reclusos] con las dependencias accesorias como oficinas, personal de guardia, etc., es el que proponemos su reparación.

Este es el llamado Convento de Capuchinos, ocupado hasta hace tres o cuatro años por los PP. Paúles.

Hemos tenido que empezar su reparación por la urgencia del caso ya que han empezado a llegar expediciones de penados, habiendo actualmente en la Plaza un número aproximado de setecientos que se van albergando en el edificio a medida que se va terminando la reparación de la parte que han de ocupar.
Esta reparación la van haciendo los mismos reclusos…»

En la revista Reconstrucción, órgano de la Dirección General de Regiones Devastadas, en su nº 4 correspondiente a agosto septiembre 1940, se confirman, al relacionar las obras realizadas en Teruel, aparte de las tareas propias del desescombro, las del Convento de Capuchinos. Al acudir al Registro de la Propiedad vemos que se trata de una finca urbana, sita en el Camino de Capuchinos nº 3, con una superficie de suelo de 3.018 m2, existiendo una construcción de 3.560 m2 distribuida en cuatro plantas. De este espacio acondicionado es de donde se produjo la fuga.

La versión oficial la recuperamos por medio del acta de la Junta de Disciplina de esta Prisión, presidida por su director, García del Busto, que dice: «Se acuerda hacer constar la satisfacción de los Sres. que componen la Junta por la disciplina y orden con que se mantuvo la población penal durante los sucesos ocurridos el pasado día dieciocho, habiendo sido solo un grupo de desesperados los que intentaron la evasión, permaneciendo toda la población reclusa dentro del más perfecto orden…» En la prensa no hallamos ninguna noticia al respecto.

Muchos años después, José Soler Sanz, de Cella, preso republicano y socialista entonces en esa misma cárcel, nos lo contó así: «…los preparados para la fuga se lanzaron al cuerpo de armas y se apropiaron de algún arma. Amenazando con las armas tomadas escaparon por la puerta principal de la cárcel. Se fugaron 3 o 4, de los que luego cogieron a 1 o 2. En el momento de la fuga mataron a 2 o 3. A los fugados cogidos y a los detenidos en el instante de la fuga los fusilaron en el patio de la cárcel y todos los presos en formación tuvieron que ver a los compañeros muertos».

Otra narración de aquel acontecimiento nos llegó por escrito autobiográfico del maestro Emilio Manzana Escriche, también preso en Teruel en esa época y que sería profesor de la Academia Enseñanza Media en Puerto Sagunto: «Uno de los momentos más desagradables, más dramáticos, más espeluznantes y que, mil años que viviera, no se iría de mi mente y reproduciría con la misma nitidez que aquel fatal día en la prisión de Teruel, Convento de los franciscanos, ante el espectáculo que ofrecían los compañeros fusilados en el patio de la prisión por el cruel delito de haber querido alcanzar la libertad…Cuando alrededor de las cinco de la tarde oímos revuelo en el patio, gritos y unos disparos, no podría precisar cuántos, yo pensé que se había producido la fuga de ‘El Rullo’ y algunos más. Efectivamente, así lo confirmaron los compañeros que poco menos que a tiros los hicieron volver a las respectivas salas. También traían ya las malas noticias de que solamente algunos habían logrado huir, sin precisar quienes pudiesen ser. No obstante, se comentaba: ‘El Rullo’, ‘Cabezas’ y Planas [sic] han salido. [A] otros los cogieron en el patio o en la calle.

Una vez en las salas, permanecimos firmes y bajo estrecha vigilancia todo el tiempo que les dio la gana y entre gritos y amenazas de los ‘oficialitos’, nos ‘chaparon’ hasta la mañana siguiente que se iba a dar un castigo ‘ejemplar’. No se si hubo o no juicio sumarísimo, eso sí, por la mañana, no puedo precisar la hora, se nos obligó a formar en las salas y se procedió en el patio de la prisión al fusilamiento de nuestros compañeros. Se oyó la fatídica descarga y a continuación los tiros de gracia. Después, entre injurias y empujones, nos hicieron desfilar delante de los cadáveres todavía calientes de nuestros compañeros fusilados…»

De esta forma conocemos las dos versiones, lo que oficialmente fue un perfecto orden para la dirección de la prisión resultó para los sufrientes una auténtica masacre.

equipo electricoJosé Pinilla Pinilla, tercero por la derecha, junto a sus compañeros en el Taller Eléctrico de los Altos Hornos de Puerto Sagunto. Era natural de Orea y fue uno de los que logró evadirse en la fuga de Teruel.

Al consultar la documentación de los consejos de guerra en los archivos militares del Ministerio de Defensa, nos enteramos que resultaron muertos en el intento de huida los presos: Vicente Buj Monterde, Víctor Gómez Martínez y Lorenzo Tonda Escorihuela. Asimismo, fueron detenidos en esos momentos, dicen que instantáneamente juzgados, condenados a muerte y ejecutados en el patio de la prisión al día siguiente los presos: Antonio González Blesa, Alfonso Íñigo Cano, Emiliano Leal Fernández y Benjamín García Mora. Santiago Báguena Pérez también participó en esta trama de evasión. Por otra parte, no hubo bajas, ni muertos ni heridos, entre los guardias de la prisión en aquella gran fuga.

Consiguieron evadirse en esta intentona los siguientes detenidos: Antonio Ros López, ‘El Rullo’ (de Villastar); Inocencio Villanueva Gracia, ‘El Plenas’ (de Plenas); Joaquín Hernández Burriel, ‘Cabezas’ (de Visiedo); José Moya Millán, (de Utrillas); y José Pinilla Pinilla, (de Orea, pero criado y residente en Puerto Sagunto). Queden aquí sus nombres para la historia.

Al cabo de poco tiempo fueron nuevamente apresados Inocencio Villanueva Gracia y José Moya Millán, al localizarles cerca de unas viviendas de familiares. El 23 julio 1947 se desarrolló en Zaragoza el consejo de guerra sumarísimo nº 53/42 instruido contra: Inocencio Villanueva, Santiago Báguena Pérez, Santiago Esteban Durbán, Cipriano Mateo Hinojosa, Vicente Collado Polo, Juan José Marco Sancho, Pedro Clemente Argente y Lorenzo Rodríguez Herrero.

A Inocencio Villanueva se le condenó a pena de muerte por un delito de adhesión a la rebelión por su actuación durante la guerra, posteriormente se le conmutó por la pena de inferior grado a 30 años de prisión. A Santiago Báguena y a Santiago Esteban se les condenó a ambos a sendas penas de 20 años de prisión mayor por el mismo delito de adhesión a la rebelión. Y a Cipriano Mateo Hinojosa a una pena de 8 años de prisión por un delito de auxilio a la rebelión. Además, a Villanueva y a Báguena por un delito de «insulto a la fuerza armada» [sic] por su intento de evasión de la cárcel de Teruel a penas de 12 años de prisión al primero y de 6 años de prisión al segundo. Siendo absueltos libremente los otros cuatro, Collado, Marco, Clemente y Rodríguez.

Cipriano Mateo, estando en libertad provisional, se marchó cruzando clandestinamente la frontera de Francia, donde se establecería. Por otra parte, a José Moya Millán, que estaba huido en libertad condicional, se le aplicó posteriormente, al volverlo a capturar, la misma pena de 6 años de prisión por delito de «insulto a la fuerza armada» [sic] por el intento de fuga. A Santiago Báguena se le concedería la libertad condicional el 1 diciembre de 1950 (BOE del 27/01/1951).

De los tres fugados que lograron alcanzar la libertad en su intento, Antonio Ros López, ‘El Rullo’ (ya había tenido una condena a muerte que le fue conmutada por la de 30 años de prisión), Joaquín Hernández Burriel, ‘Cabezas’, y José Pinilla Pinilla, podemos consignar aquí que tuvieron avatares distintos, pues todos ellos se dispersaron al escapar de la cárcel. No precisamos más sobre los dos primeros, pues las informaciones obtenidas, orales y confusas, a través de terceros, no han podido ser contrastadas documentalmente.

Respecto de José Pinilla, le conocimos y tratamos personalmente en la última etapa de su vida. Sus peripecias de fuga fueron como una odisea. Se mantuvo huido viviendo con nombres supuestos, junto a su familia, por varios lugares de la geografía española. Finalmente fue detenido de nuevo por la policía franquista el 13 marzo 1949 en las inmediaciones de Olot (Girona), cuando preparaba su paso clandestino a Francia. Por ello sufrió tres consejos de guerra y, hasta su liberación condicional el 1 enero 1958, pasó en las cárceles 11 años 4 meses y 27 días, incluyendo un recurso y una sentencia del Consejo Supremo de Justicia Militar.

Estudió y obtuvo en prisión todos los grados de conocimientos de Cultura y de Religión, obligatoria ésta, con la máxima calificación, aunque ello no le permitiera redimir condena por su calidad de fuguista. Al salir de su última prisión en el penal de San Miguel de los Reyes de Valencia, pudo reingresar a trabajar en la factoría siderúrgica de Altos Hornos en Puerto Sagunto, en el Taller eléctrico, hasta su jubilación. Fallecería el 6 septiembre 1997, y podemos y debemos decir que, aquel espíritu indomable de libertad, gozó de una agudeza reflexiva, exenta de rencores, y una potencia de intelecto hasta el final de sus días. En nuestra memoria quedará su frase, mejor su lema vital, «Queremos un mundo mejor».


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Modificado por última vez en Miércoles, 30 Agosto 2023 18:55

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