Vecinas del Camp de Morvedre socias de Amuhcanma relatan a El Económico sus particulares historias y batallas en sus luchas contra el cáncer de mama. Diferentes relatos con algo en común: el cáncer te hace más fuerte, te hace vivir la vida más intensa y despreocupadamente

«Tras 27 años conviviendo con el cáncer aprendes a vivir con él. Tu actitud es lo que te mantiene viva»

 
Jueves, 10 Noviembre 2016 10:47

webcancer1Maribel lluch, Xelo Pérez y pilar Carrasco
El pasado 19 de octubre se celebró el Día Internacional de Cáncer de mama, el tumor maligno más frecuente entre la población femenina. Concienciar a las mujeres de la importancia de la autoexploración mamaria y las revisiones pertinentes es esencial para detectarlo a tiempo. Como también lo es, como nos cuentan tres mujeres de la Asociación Amuhcanma (Asociación de mujeres afectadas por el cáncer de mama del Camp de Morvedre), la actitud con la que te enfrentas a esta enfermedad. El pensamiento positivo es, según las mismas, lo que te mantiene viva. Así lo han relatado a El Económico.

«Llevo 27 años conviviendo con el cáncer. Al final, aprendes a vivir con él. Tu actitud es lo que te mantiene viva». Así comienza el relato de Xelo Pérez, una vecina de Sagunto de 57 años que, con tan sólo 30 se detectó en la ducha un pequeño bulto en el pecho. Este fue el primer contacto que tuvo con el cáncer de mama, una enfermedad con la que ya lleva conviviendo tres décadas.
 
Incredulidad

 «Tras las pruebas pertinentes en las que no se veía nada, me mandaron al IVO. Llegué allí y vi a mujeres mayores, muchas, en fila y sin sujetador, esperando a que les tocara el turno. Lo primero que pensé fue: Madre mía, pobre mujer a la que le digan así de repente que tiene cáncer. Lejos estaba yo de imaginar que yo sería una de ellas», recuerda Xelo. Tras una biopsia le detectaron un tumor en la aureola del pecho, y le comunicaron que le realizarían una cirugía radical. «Con 30 años me podía hacer a la idea de perder un pecho, por lo que me puse a buscar medicina alternativa. Fui a curanderas, me hacía las mezclas de hierbas...de todo. Te agarras a un clavo ardiendo antes de concienciarte de te quitaran un pecho  tan joven y recién casada. Al realizarme las pruebas también me detectaron ganglios afectados en la axila, por lo que también me realizaron un vaciamiento axilar». Xelo tenía un cáncer de estadillo 4, el nivel más grave de esta enfermedad.

Pérez recuerda que «a pesar de mi juventud, no me lo tomé mal. Me dijeron que iba a perder el pelo y enseguida me fui a Valencia a que me hicieran una peluca, ya que por aquél entonces (1989) en Sagunto no las hacían. Me metieron en una cabina individual y ahí me quedé quieta, callada, viendo cómo me rapaban la cabeza y me quedaba calva. Pero no me importaba, para mi esto era lo de menos», relata la valiente Xelo recordando aquellos duros momentos. Al respecto añade que «si por mi hubiera sido, ni me la hubiera puesto, pero en aquella época, esto aún era un tabú, así que me la puse por el qué dirán. Mi abuela había fallecido y con su herencia, me hice mi peluca de pelo natural, que me costó exactamente 175.000 pesetas, alrededor de 1.900 euros».

Esta superviviente recuerda que «la época de la quimio fue lo peor. Aquello era una bomba atómica. Yo era muy joven, por lo que la misma fue muy agresiva. Además, yo no permití que nadie me ayudara. Yo era muy activa y no quería que nadie me viera así de enferma, sólo mi marido. Esto no me ayudó. Recuerdo las sensaciones de calor y frío de cuando aquel líquido rojizo recorría todo mi cuerpo. Era todo muy extraño. Luego recuerdo la penumbra, el silencio, la tristeza, el insomnio.Un día le dije a mi marido al llegar a casa que me quería morir».

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Pero lejos de esto, Xelo luchó, se llenó de valor y de la fuerza que aún a día de hoy le caracteriza y gracias a esto y al  apoyo de la gente de la que se rodeó, y de los profesionales médicos con los que se fue encontrando, pudo salir adelante en aquella primera batalla contra el cáncer. Le recomendaron no tener hijos  ya que existían muchas posibilidades de reactivar el cáncer, pero aquél era un sueño al que no quería renunciar. Se quedó embarazada y tres meses antes de parir se detectó tres nuevos bultos en la cicatriz de su operación de pecho. De nuevo el cáncer de estadillo 4 había invadido su cuerpo. Así que embarazada, y sin anestesia, tuvo que ser sometida  a nuevas duras pruebas. «Me tuvieron que pinchar medicación para adelantar la madurez pulmonar de mi bebé». Finalmente, y dos meses antes de los previsto, día  luz a un bebé completamente sano». A esta alegría y milagro de la naturaleza le siguieron días muy duros, ya que cuando el niño solo tenía 14 días, comenzó su nuevo primer ciclo de  los 6 de quimioterapia que recibiría otra vez. «El niño estaba en la incubadora y yo tenía que ir a Valencia cada día a hacerme la quimio. Era horroroso, pero yo estaba viva, y mi hijo también. Y estaba sano. Eso me daba la fuerza que necesitaba. Lo bauticé a los 2 meses porque pensé que sino, no llegaría a tiempo», recuerda.

Pero lo hizo. Xelo ha visto crecer a su hijo, que en la actualidad tiene 20 años, y aunque reconoce que ahora los marcadores tumorales no le salen bien, y tras todo aquello aún vinieron nuevos capítulos de malas noticias y recaídas (en la actualidad tiene un cáncer de 5 cms en el hígado), la misma planta cara al cáncer y a la vida con una sonrisa, con un gran coraje que se ha convertido en el ejemplo a seguir de muchas de las compañeras de Amuhcanma. «El cáncer me ha enseñado que no hay nada mejor en la vida que ser feliz, que rodearte de buena gente que te aporte cosas buenas. También que hay que ser fuerte y luchar y reírse de la vida. O aprendes a vivir así o te mueres. Ahora mismo tengo mil males, pero aquí estoy, viviendo», expresa entre risas. «Lo que menos me gusta en la vida es la gente que se queja», concluye. Y con razón.
 
La pérdida del pelo

La misma actitud frente a esta enfermedad tuvo Pilar Carrasco, vecina de Sagunto de 80 años, quien en 1997 le diagnosticaron, al encontrarse un bulto en el pecho mientras se auto exploraba, cáncer de mama. «Me quedé en shock cuando el ginecólogo me dio la noticia. Hacía menos de un año que me había hecho una mamografía y todo había salido bien. No me lo esperaba. No pude ni hablar, ni preguntarle nada en aquel momento». Pilar reconoce que no quiso saber ni lo que le iban a hacer. El miedo la bloqueó, a ella y a su familia, y se metió en quirófano, el 27 de mayo de 1997 sin saber qué sería de ella. Cuando despertó y se dio cuanta que le habían quitado un pecho, recuerda entre lágrimas, cayó al suelo mareada de la impresión.

«Mi máxima preocupación se convirtió después en el pelo. No quería verme calva. Soy muy coqueta y aquello me horrorizaba». De hecho, recuerda emocionada Pilar «me hice una peluca que llevé 9 meses y durante este proceso, tanto cuando me la hacía, como cuando iba a la peluquería o me lavaba el pelo en casa nunca me vi calva. Mi hija me la quitaba, la lavaba y me la ponía y yo nunca jamás me he visto sin pelo. Ni un segundo». A pesar de que fue una época dura, Pilar reconoce y aconseja que «hay que echarle coraje y no abatirse. Yo no tenía antecedentes y me pilló por sorpresa pero pensé: esto es una lotería y me ha tocado a mi igual que antes le ha tocado a muchas otras mujeres».
 
Nueva actitud

Esta enfermedad le ha enseñado, sigue relatando Pilar, a ser fuerte, a vivir cada día como si fuera el último y a ser optimista, pues siempre podría haber sido peor, explica. Después de un año y medio de ser operada, Pilar se sometió a una reconstrucción de mama ya que, como cuenta a El económico «cuando me duchaba o vestía me deprimía, no podía verlo y era un trauma para mi. Ahora me siento entera, a gusto conmigo misma. Esto es ya historia vieja y lo único que quiero es disfrutar de la vida al máximo». Una vida que afronta como explican sus compañeras con una gran vitalidad y entusiasmo que ha hecho que todas de mayor quieran ser como Pilar.

Isabel Galdón, presidenta de la Asociación de mujeres con cáncer de mama del Camp de Morvedre (Amuhcanma), también tiene su historia. «En Agosto de  2003 me diagnosticaron cáncer de mama. Tuve todos los pensamientos normales en una situación así, pero es curioso que aunque el llanto no cesaba, dentro de mí había un sentimiento de: ahora voy a descansar, nadie pensará que soy una vaga por estar en la cama. También pensaba que saldría de esta enfermedad, sí o sí, porque mis hijos ya eran huérfanos de padre y no lo serían también de madre. Yo estaré siempre. Esta idea fue mi guía en todo momento. Me dejé cuidar, agasajar, mimar, algo que no solía hacer. Encontré grandes amigos y disfruté de los que ya tenía».

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Los padres de Isabel se mudaron con ella a su casa para cuidar a sus hijos, de 8 y 13 años. Fue sometida a una mastectomía de la mama derecha y a los 20 días le practicaron otra operación para eliminar restos. «Me dieron quimioterapia y radioterapia. Cuando los tratamientos acabaron y comencé a encontrarme bien, descubrí la felicidad en las pequeñas cosas. Los siguientes años realicé  viajes maravillosos con mis hijos y con amigos», recuerda Isabel, quien, como sus compañeras, reconoce que tras esta enfermedad ves la vida de otra manera. En abril de 2008, le realizaron una reconstrucción mamaria y un año más tarde, otra operación para la otra mama de cirugía plástica. «Aunque fue muy duro, creí que ya se había terminado todo». Sin embargo, se equivocó. Un nuevo golpe sacudió su salud, su vida. 

«En diciembre de 2010, nuevo diagnóstico, metástasis de cáncer de mama en los ganglios de la axila contraria a la vez anterior. Me sentí hundida, como si fuera el fin, no podía ser, otra vez no. De nuevo me dejé ayudar, pasé todo el tratamiento en casa, pero con una particularidad. Entre quimio y quimio salía de viaje o al teatro, a la ópera y muy a menudo al cine. Esto hizo que tuviera una visión distinta. Y fui feliz. En esta ocasión, me acerqué mucho más a mí misma, a mi interior.  En enero de 2012, nueva parada, metástasis ósea; nuevo disgusto, no entendía porqué otra vez a mi», recuerda con tristeza.

Sin embargo, la medicación le sentó bien, y al ver que se recuperaba pronto, Galdón se llenó de energía. «En febrero de 2013  la médica de mi empresa me recomendó que me jubilara. Sentí que mi vida se paraba de nuevo. Yo no quería.  De nuevo, una jarra de agua fría».

Así que tras esta noticia, en Junio de 2013, comenzó un nuevo reto con una amiga.  Apoyadas por la cirujana del Hospital de Sagunto, se pusieron manos a la obra y dieron vida a la primera asociación de mujeres con cáncer de mama del Camp de Morvedre, Amuhcanma. «Tuvimos muy buena aceptación por que el fin de la misma es mantener relación directa con las personas afectadas, de diferentes formas como actividades, talleres, excursiones, educación para la salud, etcétera».
 
Recaídas

Una plenitud y felicidad que volvió a verse truncada tres años después, cuando el pasado mes de junio le detectaron una masa alrededor de la médula en la zona del coxis y tuvo que ser ingresada de nuevo  y someterse cinco días a radioterapia. «En esta ocasión me lo tomé fatal. Por primera vez en toda mi enfermedad estaba hundida, no quería hablar, no quería visitas. Tras cinco días en el abismo comencé a ser yo otra vez, poco a poco encontré mi felicidad. Me dolía todo, pero no importaba, estaba viva y tenía el poder», relata orgullosa la presidenta de Amuhcanma.  

Un mes después, en Julio de 2016, nuevo tratamiento por metástasis de piel que despareció en sólo unas semanas. Una nueva historia muy dura, llena de recaídas, pero acabadas en victoria por la fuerza y carácter de otra mujer empeñada en ganarle la batalla a esta lacra. A pesar de sus vivencias, Isabel no duda en afirmar que «la vida me ha regalado mucho. Sigo viva. ¿Qué mayor regalo que éste?», concluye.

Sin embargo, y a pesar de las connotaciones negativas y el miedo y horror que esta palabra acarrea con sólo nombrarla, no todos los casos son tan duros, tan traumáticos. A Maribel Luch, una vecina de Puerto de Sagunto de 61 años le detectaron un cáncer de mama en una mamografía rutinaria. «El primer golpe fue muy duro. Era algo que alguna vez se me había pasado por a cabeza, ya que a mi madre le quitaron un pecho a los 80 años por la misma razón, pero nunca te acabas de creer que te vaya a suceder a ti. Afortunadamente, fue todo muy rápido. Medía 6 milímetros y estaba muy localizado. Se detectó a tiempo y esto fue lo mejor. Me operaron enseguida. Menos mal, era maligno», explica Maribel.

Su operación en el Hospital de Sagunto fue todo un éxito y Lluch relata que «el cáncer llegó y se fue de mi vida como un simple constipado. Soy muy afortunada de poder decir estas palabras». Tras dos meses de radioterapia, Maribel se incorporó de nuevo a su trabajo, a seguir enseñando y dando ejemplo a sus alumnos. «Desde entonces me tomo y veo la vida de otro modo. Ahora sé que día bueno que pasa ya no vuelve y que nunca hay que derrumbarse y perder la esperanza porque todo se consigue, hasta superar un cáncer».

 Diferentes historias. Relatos desgarradores llenos de momentos duros pero también de optimismo, de fuerza, de un coraje que todas las mujeres sacan de lo más hondo de sus entrañas. Aferrarse a la vida. No decir adiós a sus seres queridos. De aquí es de donde sale toda la rabia y fuerza que alimenta la actitud para afrontar todo lo que pueda venir. Este es, junto (claro está), acudir a los profesionales médicos para que traten la enfermedad, el consejo de estas luchadoras. Esta es la actitud para sobrevivir, en esta y en todas las enfermedades y desavenencias de la vida. Luchar, luchar y seguir luchando, para que no haya un final, para escribir un nuevo capítulo en este libro de la vida.

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Modificado por última vez en Sábado, 19 Noviembre 2016 00:22

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